La Diputada del Partido Popular, Celia Villalobos, famosa por sus populismos y chabacanerías en temas tan serios como la enfermedad de las vacas locas, esta semana ha protagonizado un nuevo y surrealista episodio de su particular saga. Para referirse a personas con discapacidad en la Mesa del Parlamento, ha utilizado en repetidas ocasiones la palabra «tontitos».
No voy a entrar a valorar su comportamiento porque es tan deleznable en sí mismo que no necesita calificativos externos. Su conducta me ha recordado a mi tío abuelo Felix.
Mi tío Felix, el hermano pequeño de mi abuela, tenía síndrome de down. Nació en Extremadura, en la dura España de la posguerra y fue el 4º hijo de la abuela Tomasa y el abuelo Joaquín.
Cuando él nació, a las personas como él se las llamaba mongólicos y así constaba en su identificación, mongólico. Estos niños no iban a la escuela y en algunas familias se los tenía encerrados porque suponían una vergüenza, una carga.
En mi casa no, en mi casa a Felix se le trató como un hijo más, un hijo querido, un hermano querido, hasta el día de su temprana muerte, su madre, la abuela Tomasa, se preocupó por él, por qué sería de él cuando faltara. No hizo falta, su hermana, la madrina Chon, madrina de todos nosotros por cariño y respeto, se ocupó de él como su propia madre.
Mi tío Felix iba cada día al cine, donde trabajaba su padre y cuando el abuelo Fernando murió, seguía yendo, lloviera o tronara porque él entendía que era su responsabilidad, estar allí controlando que no se colara nadie, que no se comieran pipas en la sala o se estropearan los asientos.
A mi tío Felix le conocían todos los vecinos de Don Benito, le saludaban por la calle, se preocupaban de que estuviera bien, le mandaban pequeños recados y jamás le hicieron sentir un «tontito».
Mi tío Felix tenía un acusado sentido del humor, muy propio de toda mi familia y era muy listo. Si hubiera nacido unos años después seguro que habría estudiado porque tenía muchas inquietudes por saber y una férrea disciplina.
Podría escribiros aquí innumerables anécdotas divertidas con mi tío Felix por protagonista, las recordamos en casi todas las reuniones familiares, con cariño y una pizca de pena porque ya no está con nosotros.
Mi tío Felix, que padecía el síndrome de down, nació en una España que le consideraba mongólico y murió en otra en donde su situación se había dignificado. Tuvo una vida plena y feliz. Estuvo rodeado de una familia que le quería, de un pueblo que le respetaba, viajó, conoció sitios, comidas, gentes nuevas y murió con 60 años sin que ninguna persona de bien le considerara un «tontito».
Mira que yo odio la corrección política y soy de los que piensan que ni el lenguaje es culpable de nada (sólo quienes lo utilizan) y que a las cosas hay que llamarlas por su nombre (como bien han dicho los oncólogos con respecto al cáncer). Pero lo de llamar «tontitos» a estas personas no es una cuestión de corrección política, es lisa y llanamente un insulto y lo único que demuestra es -además de la chabacanería- la ignorancia de quien lo dice. Se nota que la exquisita y educada Sra. Villalobos no ha tenido la suerte (y digo esto sin segundas intenciones, como tú bien sabes) de tener a su lado a una de esas personas que ha calificado de esa manera.
Tonto es quien hace o dice tonterias (Forrest Gump dixit). En todos estos días de comentarios arriba y abajo sobre el tema, la única que cumple los requisitos para ser denominada de esa manera es Doña Celia Villalobos (bueno, los Horcajo, Curris, San Sebastianes, y demas conrreligionarios de Intercaconomía, hacen honores a diario…). Una de las mayores experiencias vitales fue la participación como voluntario asalariado en los Juegos Olímpicos de Barcelona, incluyendo los Juegos Paralímpicas que se celebraron a continuación. Tratándose de diferentes discapacitados a los que se viene a referir la polémica, muchas veces se confunden y se considera, p ej. a los paralíticos cerebrales como disminuidos psíquicos, cuando en realidad lo son sólamente físicos. Las dos semanas de experiencia me convencieron de que las únicas incapacidades y limitaciones están en nuestra cabeza.
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A mi todo esto me indigna sobremanera. Tener un discapacitado en la familia no es una suerte, no nos engañemos. Pero si te hace ver que la vida es muy injusta y que en todo momento tienes que dar gracias por cómo eres y por todo lo que puedes lograr. Hasta que no te toca de cerca no sabes lo difícil y lo cuesta arriba que se te pone la vida PARA SIEMPRE.
Por otro lado me indigna como los medios de comunicación han enfocado estos insultos, dando más importancia al insulto hacia Bono que al del colectivo de los discapacitados.
Mi querido Felix, como le gustaban la música, los chistes, las bodas y bailar, era como un trompo, sus últimos años los pasó acompañado de mis padres, que ya jubilados se fueron a vivir a Don Benito, principalmente a cuidarle y en los últimos meses de su vida que estuvo enfermo todo el mundo preguntaba por él y le echaba de menos porque era una alegría para todos conocerle.
Celia tú si que eres tonta y mala,
Martu cariño el abuelo se llamaba Fernando, Joaquín era el primo que vivía enfrente, ay la memoria.
Mamí es que… ahora mismo lo arreglo. Pero la esencia está ¿no?
Fas y tanto que no es una fiesta, yo no hubiera tenido un hijo con síndrome de down, ya está la vida bastante chunga como para ponerse palos en las ruedas uno mismo.
Amadeo, estos del PP son muy cercanos a unos que andaban por Alemania en los años 40 y que a los «tontitos» los gaseaban.
Paco, mi Paco, qué te voy a decir yo que tu no sepas, gracias por estar siempre por aquí.