El sábado pasado se produjo en Madrid una manifestación multitudinaria, pacífica, decente y legal en la que se pedían cosas tan razonables como pan y techo. Un trabajo digno con que sacar adelante un proyecto de vida y un lugar donde vivir que no puedan arrebatarte los especuladores financieros. Una Educación pública de calidad para nuestros hijos, una Sanidad pública universal y gratuita para todos, sin excepciones. Justicia para los que han sido estafados por los bancos y cajas con las preferentes… en fin, reivindicaciones que comparto en su totalidad.
No participé en estas marchas ni en la manifestación que las culminó pese a estar de acuerdo con lo reivindicado porque tanto en el Manifiesto de los organizadores como en numerosas pancartas se responsabilizaba por igual de la situación actual al Gobierno del Partido Popular que está desmontando sistemáticamente el Estado de Bienestar y al Partido Socialista Obrero Español, arquitecto de todo lo que hoy hemos perdido y reclamamos. Del mismo modo que se coreaban insultos hacia mi Partido y mis compañeros que hacían imposible mi presencia allí.
Aclarado lo anterior quiero detenerme en unas espeluznantes imágenes que he visto en el telediario de un grupo de policías nacionales acorralados por decenas de manifestantes, solos bajo una lluvia de piedras, con unos mandos cobardes y mediocres que les ordenaban aguantar y viendo como caían uno a uno sus compañeros abatidos por los impactos de trozos de adoquines que rompían sus escudos y cascos.
Eso no es manifestarse, eso no es luchar por tus derechos, eso no es defender el Estado del Bienestar, tu futuro o el de tus hijos, eso es simplemente vandalismo, barbarie, jauría humana sedienta de sangre que merece mi más absoluto desprecio. Me da igual si la policía actuó primero, si quiso disolver la manifestación antes del telediario o si también hay energúmenos vestidos de azul, de ellos se habrá de encargar la Justicia porque para eso vivimos en un Estado de Derecho que ha de velar por el cumplimiento de la legalidad vigente, también entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Nada justifica ir a una manifestación con una muleta convertida en pincho, palos, barras de hierro, petardos para lanzar a la policía, con pasamontañas y capuchas para no ser reconocidos y demás aparejos del perfecto violento callejero. Nada puedes aducir en tu defensa cuando corres a golpear con un adoquín la cabeza de un policía tirado en el suelo o empujas y tratas de patear al compañero que lo está atendiendo. Ningún argumento podrás esgrimir para explicar por qué arrancas las puertas de un vehículo blindado de la policía o lo golpeas hasta reventar las lunas o arrastras contenedores para estrellarlos contra el coche, ninguno.
La Policía, cualquier policía, nacional, municipal, autonómica o la Guardia Civil, no puede ser el enemigo, de hecho, no lo es, la Policía está sufriendo la crisis como nosotros, han visto congelados sus salarios, sufren los recortes en sus dotaciones, mandos colocados a dedo sin mérito ni capacidad alguna, tienen hipotecas sobredimensionadas que pagar, hijos que van al cole, padres mayores y enfermos que no cobran la dependencia y que tienen que pagar sus medicamentos, ellos y sus familias enferman y han de ir a la sanidad que el PP quiere privatizar, pagan la universidad que cada vez está más cara, son trabajadores, como nosotros y sufren al PP como nosotros.
Que hay actuaciones individuales de algunos de ellos deleznables y denunciables, cierto, caiga sobre ellos todo el peso de la Justicia. Que reciben órdenes de un Partido Popular reaccionario, digno heredero de su fundador, Manuel Fraga, el de la calle es mía, cierto, no les queda más remedio que cumplir con su trabajo. Que algunos son más de derechas que la acera de los pares, sí, pero también los hay de izquierdas, de centro y sin color político, como en todas partes.
La Policía no es el enemigo, insisto y la violencia contra ellos no está justificada en ningún caso, por muy justa que sea la causa que se defiende, así no, con violencia no.