Hace casi una década, mi gran amiga del alma, mi persona, mi conciencia, mi hombro en el que llorar y mi compañera de risas (mantengo su anonimato porque no la he consultado esta salida del armario) y yo, abrimos nuestro primer blog Lunáticas, mileuristas, en la treintena. El nombre fue fácil, a ambas nos fascina la luna, cobrábamos poco más de mil euros, cuando eso era sinónimo de ruina y andábamos por los primeros treinta.
No os canséis buscándolo, por motivos ajenos a nuestra voluntad (nos pillaron los jefes), tuvimos que hacerlo desaparecer sin dejar rastro, lo que fue una auténtica pena porque teníamos entradas memorables, miles de visitas, decenas de comentarios y buenos amigos allí, pero, así es la vida del asalariado. De no habernos asustado tanto con la pillada podríamos haber copiado los post o ponerlos en borradores o imprimirlos o lo que fuera para salvarlos, pero optamos por la opción más radical e irreversible.
Allí no se hablaba de política, o sí, porque política es todo, pero desde luego su objetivo no era crear opinión o fijar postura sino pasarlo bien, compartir anécdotas de nuestra vida diaria algo salpimentadas para que tuvieran más gancho y, sobre todo, desahogarnos. Sí, ese blog era una forma de hacer terapia y de reírnos de todo lo oscuro que nos rodeaba, que no era poco y durante unos años cumplió con creces con su función.
No sé por qué me he acordado de él ahora, quizás porque estoy harta de escribir de política, de sus miserias, de traición, de suciedad y de amargura. Quizás hecho de menos aquel anonimato que hacía que una pudier decir lo que pensaba sin pasarlo por el filtro de lo políticamente correcto, de lo que se espera de alguien comprometido con unos principios y valores. Quizás echo de menos aquella Reput (Martu no era ni un proyecto) que enloquecía de amor, reía hasta caerse de la silla, lloraba un mar de lágrimas, comía sin freno, vivía sin freno. Quizás sea porque anhelo aquella inocencia, aquel idealismo, aquel romanticismo que rodeaba todo lo que sucedió entonces… Quizás, porque yo, antes, molaba.