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¡ABUCHEAN A LA REINA!

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¡Abuchean a la reina! Exclaman con estupor los tertulianos televisivos de todo signo político, ¡a la reina! Y alguno abunda, no solo a la reina, ¡también a los Príncipes de Asturias! No salen de su asombro de que el último icono de la realeza española, el gran mito de la profesional reina haya caído en desgracia, ni de que ni el alto, guapo y bien educado Príncipe, casado con su plebeya novia, se salve del furor republicano que recorre la geografía española.

Que los tertulianos se asombren demuestra lo lejos que están del vulgo porque no hay nada extraño en que aquellos que pagamos nuestros impuestos con duros sacrificios, sufrimos los rigores del paro, no sabemos si nuestros hijos podrán ir a la universidad porque la subida de tasas y el recorte en becas nos deja impotentes frente a la miseria, vemos como cierran por vacaciones los colegios donde muchos niños de España hacían su única comida completa al día, comprobamos como nuestros mayores dejan de tomar las medicinas que necesitan porque esos eurillos hacen falta para alimentar a hijos y nietos vueltos al hogar por haber sido desahuciados de sus impagadas e hipotecadas viviendas… nos acordemos de los muertos más recientes de toda la Familia Real.

Y vosotros os preguntaréis a qué viene tanta virulencia, pero es que estos señores que llevan años viviendo en Palacios, veraneando en yates de nombre premonitorio, esquiando en las mejores pistas del mundo, construyéndose adosados de 6000 metros cuadrados (todo es poco para el Heredero) a costa del Erario Público, además tenían negocios privados dedicados al más puro latrocinio, evadían impuestos, construían sociedades opacas y demás artimañas cual si fueran un Luis Bárcenas cualquiera.

Y aquí no hay distinciones, el Rey que no declara los Ferrari o que es famoso por tener una “amiga entrañable” alojada a gastos pagos en una residencia cercana al Palacio, por aquello de las escapadas a media noche. La reina que coge un avión y  se marcha de compras a Londres con el modesto sueldito que le pagamos todos los españolitos de apie. Los Príncipes de Asturias que viven en una casita de 6000 metros cuadrados donde ella se recupera de las múltiples operaciones de cirugía estética a las que se ha sometido por el bien de España. Las Infantas en modelo rosquillas, la lista y la tonta, casadas con unos profesionales del guinde, la juega y el buen vivir y la ristra de hijos de unos y otros, todo culpables.

Culpables de ser y de estar, de conocer y de consentir, de ayudar, de tapar, de apoyar, de aprovecharse de una Institución que gozaba del afecto de los españoles, en parte por méritos propios, en parte por la leyenda creada entorno suyo y sobre todo por deméritos de otros: mejor el Borbón que un Aznar cualquiera de Jefe del Estado, dicen muchos.

Yo no se del destacado papel de Juan Carlos en la Transición española, solo se que lo crió el dictador, Francisco Franco y que pasó por encima de los derechos dinásticos de su padre para ser Rey, cosas que desde luego, no se pueden poner en el haber de su currículo. Tampoco se si fue determinante en el fracaso del golpe de estado perpetrado por el ínclito Tejero o si esperó hasta el último momento para decantarse por el bando que tenía las de ganar al ver que la mayoría del Ejército no se levantaba a la orden de Armada. Se que se ha ido a cazar elefantes a África en malas compañías y con dudosa financiación. Se que tenía una amiga entrañable que paseaba en aviones del Estado Español y alojaba en residencias oficiales. Se que es un hombre como otro cualquiera y que por tanto no debería ser inimputable.

Me da igual que prohombres de mi Partido como Rubalcaba, Jáuregui y el propio Alfonso Guerra canten las alabanzas de la Casa Real como embajadores de la Marca España o como artífices de la Transición o el fracaso del Golpe de Estado. Entiendo que a su edad respiran por sus vivencias, pero la mayoría de los españoles no habían nacido o eran muy pequeños cuando sucedieron los hechos gloriosos que le atribuyen al Rey. En cambio, hoy, la mayoría de los españoles saben de las correrías del yerno en Noos y de cómo la Fiscalía protege a la Infanta en lugar de a la mayoría de los españoles que hemos sido las víctimas del robo, del fraude, de la evasión fiscal y demás artimañas que le atribuye el Juez Castro al matrimonio Urdangarín-Borbón.

No se extrañen pues de que los españoles de bien abucheemos a la Reina, a los Príncipes de Asturias y a cualquier otro sinvergüenza que se nos ponga por delante, porque estamos hartos, porque no podemos soportar más estrecheces en los nuestros mientras otros gozan de lo robado, porque nos duele ver a la Justicia arrodillada frente a la realeza, o los banqueros, o los políticos corruptos, porque está muy cerca el día en que la gota colme el vaso y luego vendrá el crujir y el rechinar de dientes.