Decía mi abuelo, que en paz descanse, que más valía una colorada que ciento una amarillas, refiriéndose que cuando se tiene un problema es mejor afrontarlo de frente y cortando de raíz desde el principio a ir parcheándolo y sufriendo una y otra vez las consecuencias de no haberlo solucionado definitivamente.
En estos tiempos difíciles, de presupuestos menguantes, de recursos escasos, de duras decisiones, a empresas que afrontan la situación de manera valiente y decente, negociando con sus trabajadores la finalización de su sus contratos indemnizándoles por todo el tiempo dedicado al servicio de la marca y solucionando así el problema de raíz.
Hay otras empresas que aplican duramente la reforma laboral y se libran de sus trabajadores con los escasos 20 días por año trabajado y con el techo mensual que el PP fijó para abaratar el despido hasta límites rayanos en la desvergüenza. Éstos también solucionan el problema de raíz aunque sea tapándose la nariz para soportar el hedor y silenciando sus conciencias por utilizar tan injusta herramienta para adelgazar la plantilla.
Otras, las peores, desaparecen y dejan a sus trabajadores en una situación imposible, de alta en la Seguridad Social pero sin cobrar salarios durante meses. Al no estar despedidos no pueden cobrar la prestación por desempleo, no pueden buscar otro trabajo, pero tampoco ingresan nada de su empresario pirata. Estos trabajadores pasan por un drama de dimensiones enormes, meses sin ingresos, sin prestaciones, en el limbo laboral.
Hay otras, las imaginativas, que se dedican a firmar modalidades de contratos que siendo legales son ilícitas porque no se ajusta el objeto del contrato a las tareas realmente realizadas: contratos de obra y servicio para ocupar puestos estables en las empresas, contratar como agentes de comercio a trabajadores que no asumen el riesgo económico de la compra de la mercancía, tener en plantilla falsos autónomos que dependen totalmente de esa empresa, o andar repartiendo a los trabajadores por empresas de un grupo para diluir gastos y evitar que se generen antigüedades…
Nadie duda que en tiempos difíciles, en un país como España, donde los empresarios no invirtieron en la modernización de sus empresas en años de bonanza, donde no se plantearon que solo la investigación y el desarrollo podría ayudarlos a capear el temporal, donde cualquiera compraba un terreno, dos máquinas y se hacía empresario construyendo apartamentos en la playa aprovechando el círculo virtuoso del ladrillo, el ajuste solo pueden hacerlo a través de los despidos de trabajadores.
Tenemos los malos ejemplos de los presidentes y ex presidentes de la CEOE, alguno en la cárcel por hundir sus propias empresas y llevarse el dinero a paraísos fiscales, como Díaz Ferrán, otros pagando a sus trabajadores en sobres, fuera de nóminas, como Arturo Fernández que tendrá que explicar de dónde salía ese dinero negro. Y otros clamando por el advenimiento de la esclavitud en España: trabajar más, por menos, despedir funcionarios, desacreditando las cifras de la EPA y demás indecencias como Rosell.
En Alemania, cuando una máquina para, por causa de la crisis, de la bajada de producción, supone el despido de 2 trabajadores, en España, cuando una máquina para, por las mismas causas, manda al desempleo a 6 trabajadores. Este es nuestro drama, la falta de inversión productiva, la absoluta irrelevancia de la innovación, la inexistencia de empresarios profesionales, formados y preparados.
En esto del ajuste de plantillas, si yo fuera un empresario y pasara realmente dificultades económicas, aplicaría el consejo de mi abuelo: más vale un Expediente de Regulación de Empleo, pactado con los representantes de los trabajadores, intentando buscar la mejor solución para la plantilla y para la empresa, con jubilaciones anticipadas, bajas incentivadas, excedencias y cualquier otra fórmula que permita aligerar los gastos de personal sin poner parches, sin arbitrariedades, sin amiguismos, sin chanchullos y sin malabarismos, para evitar tener que cagarla y salir en los papeles…