Os imagináis a Rajoy diciendo a finales del 2015: no convoco elecciones generales porque con la que hay liada en Catalunya con los secesionistas declarando la independencia unilateralmente, la economía creciendo en precario con la amenaza de una nueva crisis en ciernes y el yihadismo atacando el corazón de Europa… no toca enzarzarse en cosas tan pueriles como la democracia, el respeto a la legalidad vigente y a las normas de convivencia que nos hemos dado los españoles pacíficamente. Pues eso es lo que está haciendo la dirección federal del PSOE.
No debería ser necesario explicar esto, pero como hay mucha gente que desconoce los Estatutos del PSOE y mucho periodista de parte que hace como que no los conoce, lo primero que quiero indicar es que Pedro Sánchez fue elegido Secretario General del PSOE en un Congreso Extraordinario provocado por la dimisión de Rubalcaba, cuyo mandato terminaba en febrero de 2016. Es decir, a Pedro, que es verdad que le votamos/votaron, los militantes, se le eligió para un tiempo concreto, el que le restaba de legislatura a Alfredo Pérez Rubalcaba y ese tiempo hace casi dos meses que se ha terminado.
El hecho de que a Pedro le eligiéramos en un Congreso en el que votó la militancia y no unos delegados fue obra de la cabezonería de Eduardo Madina que puso como condición sine qua non este avance en la democracia interna para presentarse y de la generosidad del todavía Secretario General, Alfredo Pérez Rubalcaba y su Ejecutiva que accedieron a ello. En el Comité Federal del 30 de enero, se decidió continuar con esta buena práctica que algunos llevábamos años reivindicando y por eso, en el próximo Congreso Ordinario del PSOE, que tiene que celebrarse en mayo, el 8 votaremos todos los militantes.
Es cierto, que en circunstancias extraordinarias, los Estatutos del PSOE, permiten cierta flexibilidad a la Ejecutiva Federal saliente y a su Comité en la elección de fecha de celebración de los Congresos Ordinarios y que, históricamente, se ha preferido que éstos no coincidieran con períodos electorales por razón de oportunidad política, pero esto que está sucediendo ahora es la primera vez que lo vivo en veinte años de militancia.
El retraso en la celebración de las elecciones generales, las que tocaban en noviembre y Rajoy llevó a finales de diciembre, casi en Navidad, hacía muy difícil que el Congreso Ordinario del PSOE se celebrara en su tiempo, primeros días de febrero, por lo que el Comité Federal, reunido el 30 de enero, ya decidió aplazarlo al mes de mayo en algo que la dirección vendió como un consenso y que por lo que estamos bien hoy, no fue tal.
Es decir, si en enero ya se sabía que el calendario electoral es el que es, nuevas elecciones en junio si no se forma gobierno, algo harto probable dada la aritmética electoral y entonces se decidió que era buen momento el Congreso en mayo, no entiendo que circunstancias han cambiado para que la dirección federal de Pedro Sánchez quiera imponer un nuevo aplazamiento, algunos hablan que sine die.
En realidad sí lo entiendo, pero quiero oír cómo lo explica Luena, que va a ser digno grabarse. La razón es que ya el 30 de enero a Pedro Sánchez se le impuso, por parte del Comité Federal, la obligación de cumplir con las normas de nuestro partido y celebrar un Congreso Ordinario, que él no quería ni muerto, en el mes de mayo. La razón es que, aunque sus leales van por ahí enarbolando el comodín de «candidato elegido por la militancia» lo cierto es que gran parte de que aquellos apoyos fueron prestados y hoy tendría muy difícil reeditarlos. La razón es que no se siente ni mucho menos tan apoyado, como pretende aparentar en público, por la militancia, esa que ha pasado mayoritariamente de refrendar su histórico pacto con Ciudadanos y no quiere arriesgarse a darnos voto, que la voz ya tratan de cercenárnosla con Expedientes Disciplinarios, a las pruebas me remito.
Hay un hecho cierto que muchos anunciamos el 20 de diciembre y que la realidad, siempre obstinada, viene a darnos la razón: habrá nuevas elecciones el 26 de junio porque los que quieren pactar no pueden y los que pueden pactar no quieren, así de retorcida resultó la aritmética parlamentaria que depararon las urnas. Esto no ha cambiado con la investidura fallida de Sánchez sino que se ha puesto aún más en evidencia. Y hay un hecho discutible y es si sería oportuno o no celebrar el Congreso Ordinario del PSOE antes de esas nuevas elecciones. Que es obligatorio, estatutario y moralmente necesario, no hay quien lo discuta, pero acepto debatir sobre su oportunidad política, sobre el momento más apropiado para acometerlo.
Mi opinión es que no solo no sería malo sino que sería muy positivo ya que podríamos utilizar la campaña de elección del Secretario/a General como precampaña electoral y culminar el mes de mayo con un nuevo líder, un mejorado equipo de trabajo y un nítido proyecto socialista que nos ayude a recuperar todo el espacio perdido frente a podemos. Terminaríamos de componer nuestra nueva apuesta con unas listas electorales que no hicieran avergonzarse a nuestros votantes, sin advenedizos, sin enemigos declarados, con socialistas de bien, valientes y descarados que no se arruguen frente al podemismo.
No tengo ninguna duda de que nuestros adversarios venderían como pelea interna lo que no es sino DEMOCRACIA y participación de la militancia, como no se produce en ninguna otra organización política de nuestro país, ya lo hacen ahora. Tampoco dudo de que los altavoces mediáticos de unos y otros tratarían de hacer sangre enfatizando las diferencias y amagando a la opinión pública lo enriquecedor del debate, ya lo hacen ahora. Pero, ¿desde cuándo ha sido fácil ser socialista? ¿Tuvo algo a su favor nuestro fundador Pablo Iglesias cuando decidió apostar por aquello en lo que creía? ¿Vamos a hacer lo mejor para nuestra organización o lo fácil para los que la lideran temporalmente? Yo no tengo dudas, compañeros y compañeras, porque como decía un buen amigo militante socialistas madrileño: «ante la duda, DEMOCRACIA»