Cuenta la historia que cuando el Titanic chocó contra el iceberg que le condenó a su hundimiento, aquella fría madrugada del 14 de abril de 1912, los músicos de la orquesta se mantuvieron en la entrada delantera de la primera clase, tocando música, sabedores de que la catástrofe era inevitable, pero convencidos de que así cumplían con su deber de distraer a los viajeros de una muerte, casi segura. Un claro acto de fatalismo heroico que ha pasado a la historia y que hoy, algunos, emulan en el PSOE.
Desde que el 20 de diciembre, la lista encabezada por Pedro Sánchez cosechara el peor resultado del Partido Socialista Obrero Español desde el advenimiento de la democracia, la Ejecutiva Federal del PSOE actúa como la orquesta del Titanic, tocando bellas baladas de pactos, ora a izquierdas, ora a centro derecha, ora a totum revolutum, para distraer a militantes y votantes del paulatino hundimiento del socialismo español.
Las encuestas, con todos sus defectos, con su sesgo ideológico, con sus inclinaciones favorables a quien las paga, coinciden en dos puntos, uno, el PP mantiene o mejora sus resultados con respecto al 20 de diciembre y el PSOE mantiene o empeora los mismos. Da igual lo que vaticinen para Podemos, poco importa lo que auguren para Ciudadanos, lo que hoy debe preocuparnos a los socialistas es que el máximo objetivo de nuestra actual dirección Federal consiste en mantenerse en segundo lugar, tocando bellas melodías mientras el PSOE se hunde en las frías aguas del Atlántico, cual trágica orquesta del Titanic.
Durante muchos años he militando en un Partido que aspiraba a ser la fuerza política mayoritaria de nuestro país, que quería ganar elecciones y gobernar, no por ocupar espacio de poder, sino porque era la única forma de aplicar políticas sociales que mejoraran la vida de la mayoría de los ciudadanos de este país, de abrir espacios públicos de libertad, de igualdad y de fraternidad, de ampliar los derechos de aquellos que llevaban décadas sufriendo la discriminación, la miseria, el desprecio social.
Ahora resulta que milito en un Partido que se conforma con ser la segunda fuerza, que no aspira a ganar al PP sino a llegar a la Moncloa pactando con Tirios y Troyanos, renunciando a los principios y valores que inspiran nuestro programa electoral, incluso prostituyendo los grandes avances sociales que vinieron de la mano de nuestro predecesores. Un Partido que tiene miedo a que en unas nuevas elecciones, otras fuerzas emergentes le arrebaten el papel de principal partido de la izquierda española, de referente del progreso y la justicia social en España.
A los que, como yo, denunciamos la táctica suicida de seguir tocando en cubierta mientras se hunde el barco del socialismo español, nos tachan de traidores, revanchistas o anti Pedro Sánchez. Y es que en esta huída hacia ninguna parte de la actual dirección el PSOE, sobramos los críticos, los que tenemos pensamiento autónomo, los que no nos paramos a escuchar la música dulce sino que corremos en busca de los botes salvavidas tratando de conducir hacia los mismos a la mayor cantidad de compañeros posibles.
Esto no sale gratis. Señalar el hecho de que ignorar la pérdida continuada de votos desde 2008, la falta de identificación de los jóvenes con el PSOE, la dificultad de fidelizar el voto en las grandes ciudades y el envejecimiento de nuestros votantes, es un suicidio, aunque se acompañe de dulces valses, tiene consecuencias. En mi caso, no solo acarrea un Expediente Disciplinario, que tras la recepción del Pliego de Cargos, me avoca a una expulsión inminente del Partido, sino que conlleva también una persecución pública, con llamadas intimidantes a los medios de comunicación para vetar mi presencia, acoso en las redes sociales y ostracismo interno.
El fatalismo heroico de la orquesta del Titanic tocando en la oscuridad hasta su hundimiento en las gélidas aguas del Atlántico Norte no evitó la trágica muerte de la gran mayoría del pasaje, del mismo modo que las orejeras que se ha puesto la actual dirección federal del PSOE para no ver la realidad de la aritmética parlamentaria que depararon las urnas el 20 de diciembre, no evitarán que se repitan las elecciones y que el 26 de junio volvamos a hacer historia, cosechando, una vez más, el peor resultado de nuestro querido Partido desde el advenimiento de la democracia.