Hoy, en su columna de opinión en el Diario La Razón, Tomás Gómez escribe un artículo titulado EL SILENCIO DE LOS CORDEROS, que comienza con una frase lapidaria: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. Sé que ha escrito este artículo como protesta por lo que está sucediendo conmigo, por el Expediente Disciplinario que me ha abierto Ferraz que, si una fuerza superior no lo evita, devendrá en unas semanas en mi expulsión del Partido.
Un compañero, cuyo nombre me reservo, que ya vemos como se las gastan en Ferraz y no quiero que me acompañe ninguna víctima más al cadalso, me decía por Whatsapp: “ojalá esto que te ha escrito Tomás sirva para algo. Has dado tanto de tu vida a este partido que lo de la expulsión es como un asesinato”. Os confieso que me ha emocionado, porque siento al PSOE como una parte vital de mi vida y perderlo me duele como si me extirparan un órgano vital.
En Madrid, el 11 de febrero de 2015, el día que defenestraron a Tomás Gómez, apenas fuimos un centenar los que dimos la cara contra la injusticia que se cometió, no solo contra nuestro Secretario General y candidato, sino contra todos y cada uno de nosotros, militantes socialistas madrileños. Y después fuimos aún menos los que seguimos clamando contra el atropello cometido contra el PSM.
Esperábamos porque Susana iba a venir a rectificar el error cometido cuando se apostó por dar el control del PSOE a Pedro Sánchez. Otros esperaban callados porque en mayo había elecciones municipales y autonómicas y quizás podían ir en las listas. Y seguimos esperando porque llegaban las elecciones generales y no era cuestión de hacer daño a la organización descabezándola. Y volvemos a estar esperando porque se tiene que celebrar el Congreso Ordinario, algún día… Esperando.
Mientras esperamos hemos tenido que sufrir que disolvieran el PSM, cambiaran la cerradura de la sede como si los compañeros fueran delincuentes que iban a asaltarla con nocturnidad y alevosía y que Simancas, flamante Presidente de la Gestora acabara con cualquier recuerdo de la era Gómez, incluido el abandono de la sede en el Palacio de la Prensa de Callao. Que sigamos en la oposición en la Comunidad del latrocino de los chicos de Aguirre: Granados, González y demás, mientras desde nuestra organización se hacía campaña para la candidata de Podemos a la alcaldía de Madrid, Manuela Carmena. Que se llenaran las listas por Madrid de advenedizos como la comandante Cantero, o directamente enemigos políticos como Irene Lozano, cuyos insultos no le cuestan un expediente como a mí, porque no es militante, todo lo contario, le suponen el premio de ocupar un escaño que debería haber sido, por derecho, para una militante socialista madrileña.
Y seguimos esperando y hemos tenido que ver cómo se celebraba en Ferraz el resultado histórico del 20 de diciembre, cuando ha sido, sin paliativos, el peor resultado de la historia reciente del PSOE. Y hemos tenido que ver cómo nuestro candidato, con 90 tristes diputados, decidiera intentar la aventura de alcanzar la investidura, y se inventara una consulta no vinculante a la militancia para escapar del legítimo control del Comité Federal y firmara un ridículo gilipacto con Ciudadanos el día antes de la consulta para tener algo sobre lo que preguntar, aunque realmente no se preguntara por ello. Y fracasara en la investidura, con todas las fuerzas salvo su socio de gilipacto, en contra. Y nos siga contando la milonga de que es posible alcanzar un acuerdo de Gobierno en los dos meses que la Ley le permite seguir mareando la perdiz, antes de convocar nuevas elecciones. Esperando.
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