
El domingo por la noche, en la sede de Ferraz, después de cosechar los peores resultados del Partido Socialista Obrero Español, nuestro Secretario General, rodeado de su núcleo duro, compareció en Ferraz para asegurar que “habíamos hecho historia”. Sin duda la hicimos, pero no en el sentido que lo contó Pedro Sánchez, casi eufórico, sino como lo vivimos los pobre socialistas en nuestras casas, al ver que otra vez nos había ganado el PP y por mucho.
Las cifras son obstinadas, el PSOE, mi Partido, mi organización, la que me importa y me duele como cualquier otro miembro de mi familia, obtuvo 5.530.693 votos, un 22,01%, por lo que nos corresponden 90 diputados (realmente 89 porque el independiente canario se va al Grupo Mixto, aunque asegura que votará con los socialistas).
En noviembre de 2011, el PSOE, con Rubalcaba a la cabeza, con toda la caverna acusando a Zapatero de ser el culpable de todos los males del universo, consiguió 6.973.880 votos, un 28,73% y 110 diputados, en el que ya era un nefasto resultado con relación al obtenido en 2008 donde alcanzamos 11.289.335 votos, un 43,87% y 169 diputados.
Perder más de cinco millones de votos en dos legislaturas no parece ser motivo de preocupación para el PSOE de Pedro Sánchez, él solo es responsable de lo sucedido desde que es Secretario General, dicen sus palmeros. Vamos pues a detenernos en los resultados electorales de la era Sánchez aunque para ello tengamos que mezclar diversas elecciones, algo que no me gusta mucho, pero las circunstancias obligan.
- Elecciones Europeas de 2014, PSOE 23% de los votos
- Elecciones Autonómicas 2015, PSOE 25% de los votos.
- Elecciones Generales 2015, PSOE 22% de los votos.
Tras el resultado de las europeas, Rubalcaba comprendió que el PSOE no merecía caer a un miserable 23% y dimitió. De esa dimisión se celebró el Congreso Extraordinario que nombró a Pedro Sánchez Secretario General para sacarnos de ese pozo.
En mayo de 2015, el resultado volvió a ser malo, con un triste 25%, el peor en ese tipo de elecciones, pero quedó maquillado por algunos buenos resultados regionales y, sobre todo, por la recuperación de poder territorial apoyados, en gran parte, por Podemos, nuestro principal adversario político.
Que el mapa político español se tiñera de rojo fue escudo suficiente tras el que parapetarse en Ferraz y nadie perdió un minuto en hacer autocrítica y mucho menos en extrapolar los números de las autonómicas a las generales que se avecinaban, porque ello nos hubiera adelantado el desastre del 20 de diciembre.
En las generales, se ha vuelto a la tozuda realidad, un 22% de los votos, por debajo incluso del resultado que hizo dimitir a Rubalcaba; obtenido en unas elecciones generales, siempre más favorables para nosotros que unas europeas. Y lo que es mucho peor, tan solo 89 diputados que nos mantienen como segunda fuerza, lejos de la tercera, gracias al reparto de escaños por circunscripciones aunque solo nos separen de ellos algo más de 300.000 votos.
Si todo lo anterior no fuera motivo suficiente para sacar de su euforia a Pedro Sánchez y su equipo, la aritmética parlamentaria nos ha dejado a los pies de los caballos. Rajoy, con sus 123 diputados, no puede formar gobierno con los 40 de ciudadanos, salvo abstención del PSOE, lo que sería visto como una traición por nuestras bases y utilizado como ariete por Podemos, que pasaría a ser la verdadera oposición al PP.
Pero es que nosotros, con nuestros 90 diputados (soy generosa y meto al independiente canario), tampoco podemos gobernar ni aunque Pablo Iglesias consiguiera reunir sus 69 diputados para apoyarnos, algo que ni él mismo puede asegurar. Por lo que habría que sumar, además de a las cuatro almas de Podemos, a un puñado de partidos minoritarios con independentistas catalanes y vascos.
Un sin dios con el PSOE como diana de todos los ataques, desde la derecha y desde nuestros propios socios de gobierno. Los que alcanzaron la Presidencia de sus Comunidades Autónomas gracias al apoyo de Podemos en la investidura saben bien que la lealtad institucional no forma parte de sus genes y que no dudan en votar contra los presupuestos socialistas, junto con el PP, como ha pasado, por ejemplo en Extremadura.
Si la figura del Secretario General, Pedro Sánchez, no estuviera tan cuestionada por su nefasto año y medio de mandato, nadie hubiera dudado desde Ferraz, en calificar estos resultados como desastrosos, como una debacle sin precedentes y como un sonoro no de la ciudadanía al PSOE.
El autoengaño de Pedro Sánchez, convenciéndose de que ser segundos es suficiente, porque podría ser peor si nos hubiera ganado Podemos en votos es una estrategia de supervivencia. El autoengaño de Pedro Sánchez mirándose al espejo y repitiéndose que puede ser Presidente del Gobierno decapartito porque así lo han querido los españoles, solo tiene una causa, en febrero, marzo a lo sumo, hay que celebrar un Congreso Ordinario del PSOE, donde nuestra organización, toda ella, militantes incluidos, debemos decidir seguir o no apostando por él.
Quizás me equivoque pero todo parece indicar que en cuanto nos dejen expresarnos, sacaremos a Pedro Sánchez de su autoengaño y le enfrentaremos a la dura realidad de su fracaso absoluto.