A raíz de la atenta lectura del artículo de El Pais, Un mundo distraído, del escritor Nicholas Carr, me ha dado por reflexionar sobre mi actividad en las redes sociales y lo que dice este señor:
«La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan».
Estoy de acuerdo en que internet es adictivo, que la posibilidad de tener «n» pestañas abiertas y que en cada una de ellas pasen cosas interesantes al mismo tiempo, el correo, facebook, twitter, el blog, periódicos… es maravillosa pero al mismo tiempo te absorbe hasta el tuétano.
Más de una noche se va mi marido a la cama y yo digo voy ahora mismo, y ese ahora mismo se convierte en media hora hasta que consigo apartar mis ojos de la pantalla del portátil, siempre hay un último aviso, una última mención…
Lo que no tengo muy claro es la supuesta superficialidad o falta de capacidad de concentración. Sigo leyendo libros, trabajo informando leyes que requieren su lectura crítica en profundidad, disfruto de una sobremesa con café, copa y amigos, en fin que puedo hacer cosas que requieran pausa y reflexión, aunque no es lo más me guste del mundo.
Sabe qué, señor Carr, que yo ya era así de pequeña, cuando esto de Internet ni siquiera había sido soñado por nadie. En el cole atendía a clase, charlaba con la de al lado, hacía los ejercicios, pintaba en el pupitre, me hacía nudos en el pelo, miraba por la ventana, soñaba con ser portero de fútbol y acababa muchas veces en el pasillo por no callar, pero sacaba todo sobresalientes.
Cuando salía al patio jugaba al fútbol, a policías y ladrones, al palo seco, destrozaba mis botas ortopédicas, hacía lanzamiento de cartera, comía como una lima sorda, volvía a salir a jugar al patio aunque cayeran chuzos de punta, iba a la biblioteca a leer el Bandido SaltodeMata o Robi, Toby y el aeroguatutú, me aficioné a los libros de elige tu propia aventura y era una niña muy feliz.
Unos años después trabajaba al tiempo que estudiaba derecho, tenía un marido, una casa, vivía a 600 kms de mi familia, aprendí un idioma, tuve una hija y a todo me daba tiempo porque ya era multitarea, aunque ni siquiera sabía que existía ese término. Yo soy de las que estudia más cuanto menos tiempo queda para el examen, os resultaría increíble lo que he llegado a memorizar a media hora de entrar por la puerta del Aula 0.
Yo siempre he sido como un motor de gasolina, más explosivo, de arranque rápido, me cunden mucho los 30 primeros minutos de cualquier cosa y luego necesito hacer otra cosa más estimulante. Pero es que en esos 30 minutos hago lo que para otros supondrían 3 horas. No digo mejor ni peor, solo más rápido.
Quizás porque yo ya era como dice Carr que son las redes sociales me siento tan cómoda en ellas, quizás es que he nacido para internet, la velocidad, saltar de una pantalla a otra, de una conversación a otra, estar escribiendo este post al tiempo que comento en twitter que el PP de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid oculta contratos Gurtel, pongo un video de la Cabra Mecánica en el facebook, atiendo los correos que me informan de que alguien nuevo me sigue en twitter, le saludo y entrego puntualmente todos mis trabajos.
Al contrario de lo que firmas, yo creo que internet nació para @Martuniki. 😉