Si la memoria no me falla, era jueves, yo entré a trabajar a las 9:00 como venía haciendo desde hacía un par de años y me encontré con la noticia en los medios digitales de aquel momento, fundamentalmente la Ser con Gabilondo y El País.
Recuerdo el estupor al oír que habían puesto unas bombas en el Cercanías de Madrid, en la línea de Guadalajara y Alcalá de Henares y la primera sospecha como no podía ser de otra manera, fue hacia ETA.
Al cabo de unos minutos las noticias del horror, de la magnitud del atentado nos dejaron en estado de shock. Empezaron a hablar de varias bombas y decenas de muertos y centenares de heridos. Comenzaron a salir imágenes de la gente huyendo por las escaleras de Atocha de la destrucción y la muerte. Y una idea se fue abriendo paso en nuestros cerebros, no ha sido ETA, esto es obra del terrorismo integrista islámico.
A las 18:00 cuando me iba para casa, en metro, como siempre, los vagones estaban desiertos, la gente tenía miedo de coger el transporte público por si había más atentados, el silencio era sobrecogedor y los pocos viajeros nos mirábamos de reojo, recelosos los unos de los otros y pendientes de que nadie dejara una mochila abandonada. La paranoia era palpable.
Al día siguiente viajé a Valencia, había quedado con un montón de amigos que jugábamos al Trivial por internet para pasar un fin de semana juntos, el previo a las fallas. Allí fui a la manifestación de repulsa del brutal atentando.
Nunca olvidaré cuando apareció Acebes en televisión, demacrado, sin afeitar y con todo su descaro volvió a insistir que había sido ETA. La prensa internacional ya hablaba de terrorismo islámico, por primera vez en la historia había salido Otegui diciendo que ETA no tenía nada que ver, los ciudadanos teníamos claro que ese atentado no encajaba en el normal operar de ETA, pero nuestro Ministro del Interior salía por televisión mintiendo descaradamente a todo el país.
No vi la comparecencia de Rubalcaba diciendo la famosa frase de que los españoles se merecían un Gobierno que no les mintiera. Tampoco recibí SMS alguno para manifestarme en Génova. Lo que si recibí fue uno de mi hermano desde Bruselas contándome que el mundo entero sabía que habían sido terroristas islamistas y que la patraña del Gobierno del PP no se sujetaba.
El domingo volví a Madrid volando por la A3 porque tenía que llegar a tiempo de votar y cuando por la noche se confirmó la victoria del PSOE , de José Luis Rodríguez Zapatero acudí a Ferraz con mi amiga la rubia para celebrarlo.
Como es lógico Zapatero nos dijo que no era día de celebraciones, que estaba demasiado reciente el brutal atentado y que nos agradecía el esfuerzo pero que teníamos que seguir trabajando. Así nos mandó para casa con un sabor agridulce en nuestros corazones, felices porque nuestro amado partido había ganado las elecciones y se abría un período de Gobierno esperanzador y tristes porque más de un centenar de nuestros conciudadanos, de nuestros vecinos habían perdido la vida por la locura intolerante de un mundo enfermo.
Aquel día perdieron la vida 192 personas y resultaron heridas 2.000. Trabajadores, estudiantes, muchos inmigrantes, gente honrada, gente humilde, gente sencilla que acudía a sus lugares de trabajo o estudios, gente con la que ahora que vivo en Coslada, comparto ese mismo Cercanías cada mañana.
Esta mañana al pasar por la Estación de El Pozo donde se ha erigido un monumento en recuerdo de aquellos que perdieron la vida ese fatídico 11 de marzo de 2004, he mirado a mi alrededor y he pensado que ellos eran como nosotros. Que ellos somos nosotros. Nunca os olvidaremos.
En efecto, aquellos fueron nuestros muertos. Nunca he dudado de que el PP no se hubiese comportado igual (incluyendo la no suspensión de una Feria que se desarrollaba en IFEMA) si las bombas hubiesen estallado en Pozuelo, Majadahonda, Las Rozas y Aravaca.
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