En los últimos días hemos constatado que entre los dirigentes del Partido Popular existe una máxima de mentir siempre y sobre todas las cosas que si al final nos pillan ya nos inventaremos otra mentira.
Primero fue el señorito Camps, que después de llevar varios años asegurando rotundamente y con la mano sobre la Biblia que él se pagaba sus trajes ahora reconoce que se los regalaron, pero no como Presidente de la Comunidad Valenciana sino como líder del PP de Valencia…
Luego ha venido el campeón Arenas, ese que ha perdido todas las elecciones a las que se ha presentado, que bramaba por la austeridad, porque ningún cargo público cobrara más que el Presidente de la Junta de Andalucía y que lleva años amagando su declaración de bienes. Pues resulta que el señorito Arenas gana una cantidad de dinero infame como líder de la oposición en Andalucía…
Podría pasarme días recopilando mentiras peperas, no pequeñas e inocentes mentirijillas, mentiras grandes como catedrales. Mentiras públicas, dichas a la cara con solemnidad y absoluta hipocresía.
Ojo, que todo el mundo miente. Aquellos que aseguran categoricamente «yo nunca miento», son los primeros en mentir, con esa afirmación y con las demás mentiras de su vida. Sin mentir no se puede sobrevivir en este mundo. Mentir es decirle a alguien que le sienta bien la ropa cuando va horrible. Mentir es contestar sonriente a tu jefe que sus correcciones mejoran tu trabajo cuando son una puta mierda. Mentir es decirle a tu abuela que no has corrido con el coche cuando has hecho medio viaje por encima del umbral multa… Sin todas estas mentiras convencionales, la convivencia se vuelve imposible.
Pero los políticos no nos pueden mentir en lo básico, en lo fundamental, con micrófonos y cámaras, pública y notoriamente y luego no responder cuando se descubren sus mentiras. Esto altera las reglas de la convivencia democrática y hace que la ciudadanía se desapegue completamente de ellos.
A mí la mentira me ofende, me hiere profundamente, no por el hecho en sí de mentirme sino porque insultan mi inteligencia. Cuando alguien me mira a los ojos y me miente, lo hace con el convencimiento de que va a colar y eso me indigna. Me desquicia que alguien que me importa piense que soy tan lerda de no darme cuenta de lo que pasa.
Dicen que la ignorancia es júbilo y yo estoy plenamente de acuerdo. Si yo fuera más tonta, si no fuera tan intuitiva, tan empática, tan listilla, viviría mucho más feliz. Si fuera más simple no me daría cuenta con un solo vistazo de lo que hay y de lo que no hay. Si no tuviera una lucecita interior que se me enciende cuando me chulean, no me llevaría tantas decepciones…
Julio, el mes internacional de las sartas de mentiras.
La mejor deficición de mentira que conozco dice: Mentir es decir o callar, hacer o no hacer, lo contrario de lo que se sabe o se debe con intención de engañar a otro.
Lo que mas me molesta cuando me mienten es: Que me quieran tomar por imbecil. Nunca me creí que se pagara sus trajes, nunca me creí lo de los brotes verdes, casi nunca creo en las casualidades y llevamos tantas…
Querida Martu, con permioso por el tratamiento cariñoso, que le voy a hacer, soy asi. Todos mienten, algunos con mas descaro que otros.
Para ser un buen mentiroso hace falta tener muy buena memoria.. y con tanta hemeroteca, a ver quien levanta cabeza.
Yo como soy un despistado, prefiero no mentir antes que pasar bochorno por cualquier tonteria, por eso siempre digo la verdad… cuando no miento 🙂
Como bien dice Arevacvvs, para saber mentir hay que tener buena memoria… y salir de una mentira con otra peor, aunque es lo más socorrido, nunca es lo más acertado, porque se va liando más gorda y al final es peor.
Me quedo con el último párrafo, sin el don de la perspicacia y la capacidad para hilar una información con otra, seríamos más felices, seguro 😀
Estoy plenamente de acuerdo contigo, y lo que más rabia me da es que salga tan barato mentir, y que haya un porcentaje tan alto de la población que crea esas mentiras y esté dispuestas a obviarlas cuando se descubre la verdad.
Y es cierto la ignorancia es júbilo y nos hace a las personas más facilmente engañables, esto se lo saben muy bien en la Comunidad de Madrid.