Leo en uno de los artículos de opinión del Mundo, sobre la dimisión de Francisco Camps como Presidente de la Generalitat Valenciana: «Un final a la altura del resto de sainete» y esto me hace reflexionar sobre la importancia de un buen final.
Todos hemos terminado alguna vez un buen libro con un final desastroso que nos ha estropeado largas horas de buena lectura, por ejemplo la Piel del Tambor de Pérez Reverte que es especialista en escribir grandes novelas con decepcionantes finales.
Cuántas películas recordamos precisamente por sus finales, dramáticos en su mayoría, porque un buen final, para ser épico tiene que ser trágico. (Hoy me he levantado esdrújula, me lo tendréis que perdonar).
¿Os imagináis otro final para Lo que el viento se llevó que no sea Rhettt marchándose y Escarlata sentada en la escalera decidiendo solucionarlo mañana diciendo: «después de todo, mañana será otro día».
¿Sería tan bueno el final de los Puentes de Madison si Francesca tras pronunciar «por un momento no supe dónde estaba. Y por un instante pensé que él no me quería. Que le era fácil dejarme» se hubiera bajado del coche de su marido y se hubiera ido con Robert en lugar de ver cómo se quedaba esperándola bajo la lluvia con su crucifijo en el retrovisor?
¿Recordaría yo ahora El Príncipe de las Mareas si cuando Lowenstein pregunta la quieres más a ella, Tom no hubiera contestado, más no, solo desde hace más tiempo?. O si en un momento del drama ella no le hubiera espetado: «Te odio Tom, eres de ese tipo de hombre que siempre vuelven»…
¿Hay algo más bello y dramático que Madamme Butterfly?
Reconozcamos que hay una belleza intrínseca en la tristeza, en el dolor, en la pérdida, en el adiós que magnifica cualquier momento anterior a ellos y que hace que los mejores finales sean dramáticos.
No es fácil poner el punto y final. En la mayoría de las ocasiones se queda en una amenaza, un amago, un punto y seguido, una triste coma y así se pierde la determinación y el valor, nos abandonan las fuerzas y nos diluimos en el día a día sin la gloria de esa última victoria pírrica que es decir adiós.
Decididamente no es facil poner Fin. Acabar. Lo que nos cuesta a los humanos ver que ya no da la cosa para más. Historias que se hacen interminables. Ya dijo Gracián «lo bueno si breve dos veces bueno· Esos lardes de genio, imagen o letra que acaban arrastrandose hacia un ocaso que nunca llega. Deportistas de élite arrastrando sus fatigas sin reconocer que la era dorada quedó ensombrecida. No digamos las relaciones personales, amistad, amor..
Mejor pongo fin al escrito, no sea se me convierta en un ladrillo indigerible.
Adios, Martu. 🙂
PD Sigo pensando que la mejor novela de Reverte es «El Husar»
Hoy te voy a poder comentar más bien poco. Principalmente porque no he visto ninguna de las pelis que mencionas. No, ni Lo que el viento se llevó, entera no. Pero si no he visto ni Titanic… Que yo soy poco de cine y poco de drama, me temo….
Pero me parece acertadísimo el “Un final a la altura del resto de sainete”. Efectivamente, el final (que no es tal, seguirá dando guerra seguro) de este asunto está a la altura del mismo: indecente, escandaloso y absurdo.
Yo sigo sin entender, si es inocente, porqué dimite. Y si es culpable, porque no se declara como tal y termina con el problema… ¿Y qué harán ahora los dos que se han declarado culpables? ¿Recular?
¿Y Mariano qué opina de esto…?