Ultimas horas en el infierno…

Como cada año cuando se acerca el periodo vacacional, los días se hacen eternos y vacios (… sin tí, dice una canción bonita de Luz).

Hace calor, se descansa mal por las noches, es difícil concentrarse en las anodinas tareas diarias y en cuanto te despistas la mente se adelanta camino del océano.

En unas horas dejaré atrás este infierno que es la vida en Madrid. Este infierno que amo y odio con igual pasión. Aunque reniego del estrés, los atascos, la contaminación, Cercanías Renfe, las aglomeraciones y todo lo que conlleva sobrevivir en una gran ciudad, no cambiaría Madrid por nada.

Mañana, mi santo y yo, aparcaremos el despertador, la prisa, las obligaciones, el trabajo, el partido, la familia, los amigos y hasta los enemigos y nos dedicaremos el uno al otro, a nosotros mismos y a nuestra paz interior.

Aquí os quedáis penas y alegrías del último año. Aquí os dejo gloriosos momentos y tremendos disgustos. No te llevo conmigo preocupación, obligación, hipoteca, informe, pólipo, cirujano, sinsabor, decepción… aquí os abandono, deseo no encontraros a la vuelta.

Cargo un saco de buenos propósitos que espero no den sobrepeso en el avión. Voy a relajarme, a disfrutar, a leer, a pasear cada mañana por la playa, a bucear, a comer rico, a tostarme al sol, a bailar por la noche, a hacer el amor a diario, a encontrarme a mi misma y mi camino.

Esto no es un adiós, ni siquiera un hasta luego, es un grito de liberación. ¡Estas son nuestras últimas horas en el infierno antes de las merecidas vacaciones!

PD Os dejo mi segunda colaboración en el Diario Progresista: «Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…»