Durante las vacaciones encontramos el tiempo necesario para darnos pequeños y merecido placeres que el ritmo del trabajo y las obligaciones nos hacen olvidar.
Uno de los que más estoy disfrutando este verano es conversar con mi santo de todo y de nada. En los largos larguísimos paseos que damos por la playa hablamos de pequeñas cosas intrascendentes, recuerdos y vivencias que nos hacen conocernos mejor y comprender el por qué del otro.
Otra pequeña maravilla de mi verano es el buceo. El pequeño calvario de meterse en el traje. La emoción del salto al agua. La libertad salvaje de estar en el océano. Ayer disfruté mucho de Sardina Norte y eso que la voracidad del ser humano está esquilmando los mares y cada vez hay menos vida.
La lectura era otro de los gozos de las vacaciones pero tengo que confesar que con internet en el móvil tengo abandonada la lectura clásica. Ojo, leo mucho, leo noticias, artículos de opinión y vuestros blog. Pero ya se que no es lo mismo, hago propósito de la enmienda.
La buena mesa siempre nos gustó y Canarias es un paraíso gastronómico pero este año con la dieta estoy siendo comedida aunque disfruto igualmente sin atracones.
Finalmente la tranquilidad. No tener que correr ni renunciar a nada por falta de tiempo. Poder desayunar con mi santo relajadamente comentando las noticias. Zascandilear en la cama un ratito más… Esos son pequeños placeres que te da el verano.