Los domingos, en España, siempre han sido un día especial. Imagino que viene de nuestro glorioso pasado nacional católico, pero siempre que hay algo especial se hace en domingo. No en vano existe una expresión que dice «vestido de domingo», para decir que viste mejor que un día cualquiera. Porque el domingo no es un día cualquiera.
Cuando yo era pequeña, los domingos íbamos a comer a casa de mis abuelos Garrote. Era algo muy querido para mí. Siempre comíamos paella que cocinaba mi abuelo Garrote, que como mi padre, era de La Rioja y como mi padre cocinaba. Para ser justa mi padre cocinaba infinitamente mejor que nadie que yo haya conocido, algo bueno tenía que tener.
Después, con mis padres ya separados y yo rondando los dieciocho, los domingos era ese día para estar en pijama y no salir ni a la calle para recuperar los excesos del fin de semana. Un día de pereza, pelis malas y feliz aburrimiento.
Cuando me casé, el domingo también era un día distinto. Tras toda la semana currando y el sábado de compra y zafarrancho de limpieza, el domingo era el día para tomar el aperitivo con los amigos, hacer una buena paella para comer, ver pelis en el video (el mío era Sony Betamax, qué reliquia) y disfrutar el uno del otro.
Creo que desde hace tiempo los domingos no han vuelto a ser nada especial, solo ese día en que te acuerdas que el lunes hay que volver a trabajar y te da una pereza infinita. Un día que no curras pero tampoco te desmadras porque ya no tenemos edad de ir el lunes de empalme al trabajo. veinticuatro horas que parecen muchas pero que siempre se quedan cortas para todo lo que tenías planeado hacer.
Que los domingos no sean especiales, en mi caso significa que todos mis días son especiales. Disfruto de cada segundo de mi tiempo. Tengo un marido que me hace especiales todos los días que paso con él. Doy rienda suelta a mi pasión política en persona y desde las redes sociales en todo momento. Agoto mis energías en el gimnasio sea cual sea el día de la semana. Cualquier excusa es buena para abrir un buen vino, para comprar gambas, para compartir un plato de jamón del bueno. No, decididamente, los domingos ya no son para…
Igual la felicidad es algo muy parecido a no tener que esperar al domingo.
Hoy es domingo y es mi día de maletas… Vuelvo a casa… Cualquier cosa menos aburrido. Quien haya visto a mi mujer recogiendo y haciendo maletas sabrá por que los huracanes llevan nombre de mujer…