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El sobre amarillo

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Esta semana se están produciendo fallos en la red Blackberry  que hace que sus smartphones estén sin acceso a internet, sin poder chatear en el BBChat, sin poder participar en redes sociales… En una palabra que los usuarios BB se han visto retrotraídos a los años 90 en que un móvil solo servía para hacer y recibir llamadas o para enviar y recibir mensajes de texto (SMS).

Qué tiempos aquellos en que un sobre amarillo marcaba la diferencia entre la felicidad y la desesperación. Recuerdo pasar las horas mirando la pantalla esperando oír bip bip y ver aparecer el tan ansiado sobre con noticias de aquel canalla al que yo amaba.

Ahora lo recuerdo con un cariño nostálgico que no logra ocultar aquellos momentos en que la ausencia del sobre amarillo me hacía llorar lágrimas de sangre.

En mi descarga diré que entonces yo era joven, muy joven y creía que cuando un hombre te decía que te quería, era porque realmente te quería y no porque quisiera echarte un par de polvos.

Añadiré como eximente, señoría, que yo me casé muy niña y aunque me creía muy lista y experimentada siempre fui de naturaleza confiada y enamoradiza y que él era un truhán tan guapo. Que me miraba con esos ojos verdes llenos de deseo que yo confundía con amor. Que me decía unas cosas tan bonitas como «me aterra la idea de no volver a besarte» que era imposible no creerle.

Afortunadamente para mis maltrechos bolsillos alguien había encontrado la manera de que los SMS salieran gratis con el sencillo truco de poner centros de servicio extranjeros y así yo podía enviar cientos de SMS. Primero eran de amor, luego de preocupación, más adelante de sincero cabreo y finalmente de desesperación hasta que él se dignaba a dar señales de vida y yo daba gracias a la divina providencia por aquellas migajas de su tiempo. La noria de la ciclotimia emocional en estado puro.

Más de diez años de aquello y aún recuerdo aquel sobre amarillo cargado de falsas promesas de amor que me devolvían la fe, que me hacían volver a creer en aquel don Juan y sus palabras tan bellas.

Será que tengo poca capacidad para el rencor. O será que prefiero quedarme con lo bueno que me da la vida y enterrar lo malo en el fondo de mi corazón pero aún recuerdo aquel sobre amarillo con una sonrisa en los labios.

Acerca de martuniki

Progresista, celíaca, menopaúsica, "jarta" de la política actual.

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  1. Da gusto leerte con este tono. De la incidencia de Blacberry al recuerdo de otros tiempos, que mal que lo diga el poeta, no siempre tiempos pasados fueron mejores, distintos todo lo mas; pero va en la condición humana, salvo excepciones (amargados y otras faunas) el recordar con benevolencia el pasado.

    Qué tiempos los del modem con sus chirridos… pero no los echo en falta.

    Me quedo con el último párrafo. Todo él subrayado y en negrilla. Una declaración de principios, de los mejores principios. Decididamente de la vida es mejor tomar todo lo bueno.

    Me despido con una de mis frases tontas: La felicidad no es un sentimiento, ni un estado de ánimo, sino una forma de entender la vida.

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  2. Ahora es peor porque estamos igual, solo que con mas medios: whatsapp, mail, dm… El que no quiere contestar, no contesta, eso esta claro.
    Pero yo tambien me acuerdo de esas conversaciones eternas por sms, esa desesperacion cuando pillaban el centro de mensajes extrangero y dejaba de funcionar y habia que mendigar otro de amigo en amigo, a ver quien tenia el numero bueno… que mayores estamos, jajaja

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  3. Escolastico Borge

    Que tiempos aquellos en los que no te localizaban nunca… En los que si estabas… estabas y si no: «el señorito no está y no se le espera». Que tiempos de tranquilidad en los que uno no se tenía que preocupar de apagar el móvil para que no te toquen los «güevos» en fin de semana. Que tiempos aquellos, martuniki, en los que si yo quería charlar contigo teníamos que ir a tomar un maravilloso café. #PUTOMOVIL

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  4. Juan Pedro Esteve García

    Tuviste suerte, y sobre todo tuviste voluntad de darle al botón de RESET de tu vida y empezar de nuevo. No es fácil. Hay mucha gente a la que por faltarle esa voluntad en el último momento acaba prisionera de movidas de pareja o de familia para el resto de su vida.

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