En Miranda de Ebro, un pueblo del Norte de Burgos de apenas 40.000 habitantes y un equipo de fútbol en Segunda B, el Mirandés anoche se produjo un milagro en un lugar llamado Anduva, un estadio de fútbol construido en los años 50 y con capacidad para 6.000 espectadores.
Un equipo modesto, con jugadores semi profesionales, con un presupuesto ridículo, eliminó de la Copa del Rey al Real Club Deportivo Espanyol, un histórico y se plantaron en semifinales de Copa que jugarán contra el Athletic Club de Bilbao demostrando una vez más que hay muchos David capaces de plantar cara y vencer a cualquier Goliat que se les ponga por delante.
Me apasionan las historias con final feliz para el más débil, para el que todos daban como perdedor, para el que no tenía nada a su favor salvo coraje y ganas de arriesgarlo todo a ganador. Pero también me emocionan las historias en las que David no vence, en las que el poderoso hace uso de todas sus armas y pisotea al valeroso e insignificante.
No es difícil adivinar que este ideal romántico de la vida, este sentir que merece la pena perderlo todo en defensa de una causa noble, de un amor verdadero, de un amigo del alma o de un sentimiento sincero, me ha dando muchas alegrías pero me ha hecho derramar aún más lágrimas.
Desde pequeña ya apuntaba maneras y donde había una injusticia allí estaba yo para combatirla a costa de lo que fuera, no en vano mi madre me llamaba «mi abogado de pleitos pobres». Con el paso de los años, lejos de mejorar, esta mala costumbre de ponerme del lado de los que tienen todas las papeletas para perder, no solo no ha mejorado, sino que se ha radicalizado.
Creo en los milagros aunque difícilmente veo producirse alguno a mi alrededor, pero eso no me impide tener una fe ciega en que los buenos siempre ganan, en el que el amor triunfa, en que hay más gente buena que mala, en que hacer las cosas bien tiene recompensa y en que las causas nobles, los buenos amigos, un amor verdadero y los hijos bien merecen entregar la vida misma por ellos.
Gracias Martu, por acordarte del Mirandes. Yo soy de Miranda aunque que crie en Euskadi, no somos un pueblo, somos la ciudad de Miranda de Ebro, y no nos sentimos burgaleses…. Nos sentimos la Republica independiente de Miranda, como veras los burgaleses nunca nos han caido bien generalizando. Muchas Gracias Martu otra vez por acordarte de Miranda.