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Todos íbamos en esos trenes

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Cada mañana, bien temprano, tanto mi hija como yo cogemos el tren para llegar a Madrid, ella al Instituto, yo a mi centro de trabajo. Cada mañana, bien apretadas junto con miles de trabajadores y estudiantes, subimos a un vagón del Cercanías de Madrid línea C2/C7.

Durante el trayecto de apenas media hora es resulta fácil entretenerme, porque yo, al igual que Elvira Lindo, soy antropóloga social –mi santo, como el suyo, dice que lo que soy es una cotilla.- Me distraigo contemplando la vida de los otros, de mis compañeros de tren.

Lo que se ve por la mañana son fundamentalmente caras de sueño, caras de trabajadores con sueño, caras de estudiantes con sueño, caras de mujeres y hombres, jóvenes y mayores que van a cumplir con sus obligaciones diarias muy temprano y que arrastran el sueño a lo largo de la semana.

Lo que no se ve por la mañana son políticos, ni banqueros, ni especuladores inmobiliarios, ni tertulianos de la caverna, ni directores de periódicos panfletarios, ni dueños de grandes almacenes, ni joyeros, ni inversores de bolsa…

Los que fallecieron hace 8 años en los crueles atentados yihadistas del 11 de marzo de 2004 eran de los nuestros. Eran trabajadores y trabajadoras, eran hijos e hijas, eran padres y madres, eran maridos y esposas, eran españoles de bien o inmigrantes de bien, eran buenas gentes que madrugaban para hacer lo que tenían que hacer en sus vidas, por ellos y por los suyos.

Los que fallecieron hace 8 años en los crueles atentados yihadistas del 11 de marzo de 2004 hubieran sido hoy víctimas de la Reforma Laboral. Quizás hubieran llegado a sus puestos de trabajo para ser despedidos porque el mes pasado se torcieron un tobillo y estuvieron 9 días de baja. Igual al llegar a su fábrica se encontrasen con que un Ere sin autorización Administrativa truncaba su proyecto vital. Tal vez, su jefe, en lugar de los buenos días les comunicara al llegar a la oficina que a partir de ahora cobrarían un 30% de salario menos sin posibilidad de protestar por ello.

En cambio, los que braman hoy sus inmundicias desde los micrófonos y las tribunas de la caverna ultra montana, esos nunca van en tren, tampoco saben lo que es hacer cola en la Oficina de Empleo, no temen por el futuro de la educación de sus hijos, no sufren por el desmantelamiento de lo público porque no lo usan. Si alguna vez les dieron una carta de despido iba acompañada de una suculenta indemnización y la seguridad de tener otro púlpito para seguir ensuciando la tierra.

Estoy segura de que las movilizaciones del domingo contra la Reforma Laboral no solo no ofendían en modo alguno a las víctimas de los salvajes atentados del 11 de marzo sino todo lo contrario. Aquellos que se dejaron su vida peleando por sacar adelante sus sueños y los de los suyos jamás podrán entender como una afrenta la defensa colectiva de los sueños de todos.

Aquellos que vamos en el cercanías con un tupperware cargado de esperanza en que otro mundo es posible. Un mundo en el que el trabajo no sea un privilegio, sino un derecho. Un mundo en el que los empresarios no consideren a sus empleados mano de obra barata y prescindible. Un mundo sin escandalosas diferencias sociales. Ellos, nosotros, vosotros, estarían, estamos, estáis orgullosos de que hayamos dicho NO, a esta injusta, innecesaria e inmoral REFORMA LABORAL.

¡El 29 de marzo, HUELGA GENERAL!

Acerca de martuniki

Progresista, celíaca, menopaúsica, "jarta" de la política actual.

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