Cuando uno milita en una organización política de grandes dimensiones, como es el Partido Socialista, se relaciona con un importante número de personas, más que lo que sería habitual en la vida ordinaria de un ser humano y adquiere una variada experiencia sobre relaciones humanas que daría como para escribir un libro, yo me voy a contentar con una humilde entrada de mi blog.
Vaya por delante que no hablaré de política y que todo lo dicho aquí es extrapolable a cualquier grupo numeroso de personas que se reúnan en torno a un fin y que para ello se doten de normas, jerarquías, procedimientos o como quiera llamarse.
Creo poder asegurar con escaso margen de error que lo que más encontraremos en un grupo heterogéneo de seres humanos es, sin lugar a duda, la envidia. Pero nada de esa envidia sana de la que hablan algunos cursis para enmascarar lo que realmente sienten, una envidia sucia y vil que les corroe las entrañas.
La primera acepción que la Real Academia Española da a la palabra envidia es la que más se ajusta a lo que vengo a referirme aquí: “Tristeza o pesar del bien ajeno”. Porque no es que algunos compañeros aspiren legítimamente a tener lo que otros tienen, bien sea un cargo, una responsabilidad, labia, don de gentes, gracia, belleza o cualquier otra virtud que adorne a uno de los nuestros, sino que les causa tristeza y pesar que otros las posean.
En un colectivo que persigue un bien común, uno además tan grande y especial como es el del partido socialista, la suerte, el éxito, el buen hacer, de uno de sus miembros siempre revierte en beneficio del grupo y por ende de toda la sociedad, por tanto debería alegrarnos a todos.
Pero qué va, amigos lectores, cuánto más destaca uno de los nuestros más palos en las ruedas le ponen los de su entorno. Lapidamos al que sobresale. Alimentamos la mediocridad, el lameculismo, la falta de ambición colectiva y en cambio estimulamos la ambición personal, los trepas, los profesionales de vivir del cuento.
Diréis que exagero o que la envidia es consustancial al ser humano y que por tanto en los partidos políticos está igual de presente que en el resto de actividades sociales, igual es así aunque en ocasiones siento que la estamos fomentando. Creo sinceramente que se están malbaratando las relaciones personales en las organizaciones políticas supeditando cualquier compromiso al recibo de la prebenda correspondiente.
Estoy convencida de que la base de la organización está sustentada por buenas personas, comprometidas, trabajadoras, decentes y honradas pero que al ascender en la pirámide jerárquica, en lo que llamaríamos mandos intermedios, se aprecia cierto pánico a cualquiera que aporte algo para el grupo, configurando una especie de ejército de la mediocridad.
La cultura de agarrarse a la poltrona, repartir codazos a los que se acercan por los flancos o como cuenta mi buen amigo, Antonio Carmona, arrear con los remos a los que intentan echar una mano para poner la barca otra vez en la corriente, está haciendo que nos perdamos en una y mil estériles batallas internas por el figurar, el aparentar y el salir en la foto, que en nada contribuyen a lograr el único objetivo que a día de hoy debía movernos a todos y cada uno de los socialistas, echar a la derecha rancia española de las instituciones, del gobierno central, de los gobiernos autonómicos, de los Ayuntamientos y devolver la esperanza a millones de españoles que de buena fe votaron al Partido Popular creyéndoles la solución y se han encontrado con que son los principales artífices del problema.
La envidia, ese pecado nacional. Como todo impulso primario nos acompaña desde que ese ancestro nuestro se irgió sobre dos patas, solo que algunos la padecen mucho mas que otros. Y pienso que los que sufren son realmente los envidiosos, no los envidiados. Y no nos engañemso, no hay envidia sana. El que pierde envidia al que gana. Asi es, Asi será. Como anecdota, cuando a Ramon y Cajal le notificaron que le habian concedido el Nobel se preocupó tanto que su mujer le pregunto ¿pero no es bueno? que va le contestó el científico, en este pais de envidias solo augura pesares.
Estoy muy de acuerdo y para no repetir vuestros comentarios, solo diré que:
La envidia es una enfermedad incurable y no hay pastilla que la alivie.
El problema en la organización, social, política o sindical se acentúa en términos inversamente proporcionales a si hay o no proyecto político, de tal manera que cuanta menos política mas individualismo y por ende mas envidia y todo lo que ello lleva que ya habéis comentado.
Martu me alegro mucho de tu esfuerzo por compartir.