En nada termina al fin este infame 2012, este annus horribilis por excelencia, este miserable ingrato que llegó cargado de promesas y se va ahíto de decepciones, tanta paz lleves como descanso dejas, majete.
No os sorprenda tanto odio, tanta inquina hacia el 12 porque se lo ha ganado con creces, solo hay que ver los millones de parados, los cientos de miles de desahuciados, los estafados por las Preferentes, los atrapados en hipotecas impagables, los que hoy se tienen que pagar los medicamentos o las sillas de ruedas, los que dejan sus tratamientos anti cáncer para que puedan seguir comiendo sus hijos, los que no saben cómo afrontarán el pago de la ambulancia que les lleva a la diálisis, los que tienen en su casa recogidos a hijos y nietos todos viviendo de una increíble pensión menguante, los que vieron a sus hijas salir una noche de fiesta y no volvieron aplastadas por la codicia de los amiguetes de un Ayuntamiento insensible…
Pero tengo mis propias razones personales e íntimas para desear que termine este 12, aunque el que le siga sea un 13, con todos los malos augurios que acarrea, y como ya sabéis que me debo a vosotros, os las voy a contar:
Acabé el 2011 con una fabulosa oferta de empleo, una oferta que no podía ni quería rechazar porque tenía relación con todo lo que me apasiona: la política y el derecho. Redacté un presupuestos que fue entregado, aceptado y pasado al departamento correspondiente con lo que cometí el terrible error de darlo por hecho, 2012 me saludó con un silencio sonoro que dejaba claro que NO.
Acabé el 2011 con una promesa política de altos vuelos, algo que me ilusionaba y que en justicia me correspondía, algo que me había ganado con creces y cuya realización quedó comprometida con una palabra de honor. Palabra fue y como tal se la llevó el viento en este 2012 sin alma. Palabra fue, de honor, NO.
Acabé el 2011 con un amigo del alma, con un amigo para todo la vida, con un amigo de esos que siempre van a estar a tu lado, de los que arrimarán el hombro y no te dejarán sola, un amigo que voló a la primera dificultad, a la primera contradicción, conseguido quizá lo que le interesaba de esa amistad, no se… 2012 ha sido un año de pérdidas personales, fraternales, emocionales, particularmente cruel.
Para redondear este cúmulo de agravios, en 2012 me he ido al paro de forma irreversible, tras más de 10 años trabajando para la UGT. A otra compañera y a mí nos han dicho adiós, de mala manera y por la puerta de atrás, de forma fraudulenta, sin indemnización y obligándonos a llevar a juicio a mi sindicato, a mis raíces, a mis convicciones. Y todo porque hemos dejado nuestras organizaciones en manos sucias.
También me ha traído este 2012 tan generoso un quiste en la mama derecha que después de muchos meses de espera y miedo ha resultado ser benigno pero al que hay que vigilar cada año por si sigue creciendo y en calidad de qué lo hace.
No quiero dejar de apuntarle a este 2012 en la lista de agravios el desprendimiento de retina de mi pobre madre que lleva ya varios meses con un ojo relleno de silicona esperando que su retina se reponga y poder retirarla sin perder la visión de ese ojo. Meses mareada, viendo doble y sobre todo asustada, la incertidumbre de cómo terminarán tantos contratiempos.
No espero nada para el 2013, quizás eso sea lo mejor, así, aunque sea igual de malo que su antecesor, a la pena no se unirá la decepción, el desengaño, la traición…
Si, adios año 2012, ojala pudieramos decir borrón y cuenta nueva pero eso es casi imposible. Además Martu, esas malas «experiencias» y/o desengaños personales hacen a una mas fuerte. Feliz año nuevo. (para algunos el 13 trae buena suerte 😉
Martu:
Eso de la promesa política de altos vuelos que en justicia me correspondia y me habia ganado con creces, me resulta demasiado familiar en política.Yo pensaba que tu ibas por otros caminos, pero al final sigues los mismos de los que tanto criticas.Para ese viaje no hacian falta alforjas.¡ Qué decepción¡.
Lamento decepcionarte,no veo lo malo de tener aspiraciones políticas, de creer que podría hacer algo para cambiar las cosas injustas que nos rodean, de querer formar parte de algo en lo que creo y por lo que peleo.
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