Si hay una prenda que odio con todas mis fuerzas y que no me he vuelto a poner desde que abandonara la infancia, es la bata. Recuerdo una bata azul, hasta los pies o crecedera, como se decía entonces. Recuerdo su cinturón y su cuello de alas, un horror estético y un drama que evidenciaba el sufrimiento de la clase trabajadora a finales del franquismo y principios de nuestra denostada democracia.
La bata es algo que solo nos poníamos los niños pobres, aquellos que no disfrutábamos de calefacción de ninguna clase en nuestros hogares de infancia y que combatíamos el rigor del invierno en muchos lugares de España, con la odiada bata. Salías de la cama y lo primero que te decían tus padres, antes incluso de darte los buenos días era: «ponte la bata que te vas a constipar».
La bata iba acompañada, ineludiblemente de calcetines y zapatillas de estar por casa con pelito pon dentro. Imaginad una casa de tres habitaciones, eso si, pequeñas, sin calefacción. Con una estufa catalítica de gas en el salón y una placa eléctrica que solo se ponía un rato para calentar el dormitorio antes de acostarnos. Camas con mantas que te aplastaban durante la noche y que tu madre remetía por los laterales del colchón cual si fuera una mortaja para que no te desarroparas durante la noche.
La bata es una prenda que quedó desterrada de mi hogar y mi memoria al alcanzar la independencia. En ocasiones porque mi poder adquisitivo me permitía vivir en una casa con calefacción. En otras, malas rachas, porque suplía la falta de calor externo con un buen chándal, gordito, con camiseta de manga larga debajo, pero nunca, jamás, otra bata.
La bata simboliza una España pobre y gris. Una España donde la mayoría de sus ciudadanos no podían permitirse el despilfarro energético de mantener calientes sus hogares y a sus familias y suplían estas carencias abrigándose cual cebollas. Una España que la propaganda franquista nos vendía como un lugar idílico a través de infames películas con la moraleja: «contigo, pan y cebolla».
Para desgracia de todos nosotros, de todos aquellos que creemos en la Justicia Social, en el reparto de riqueza, en el Estado del Bienestar, las batas están volviendo a los hogares españoles. Las batas y los braseros y las estufas de gas y otra serie de métodos más económicos y mucho más ineficientes y peligrosos.
Para vergüenza de nuestro Gobierno, en España, vuelve a haber niños que pasan frío, pese a llevar una bata. Niños a los que bañan sus padres calentando pucheros en la cocina y pasan frío. Niños que comen con lo que les da Caritas a sus padres y pasan hambre y pasan frío. Niños que no recordarán su infancia como un tiempo de juego y risas sino como un tiempo de miedo al desahucio, de miedo a la noche que trae el frío en sus estómagos vacíos.
Porque no es una crisis, es una gran estafa que está propiciando un cambio de modelo por parte del Partido Popular al que no le importan nuestros hijos, ni nuestros mayores, ni nuestros dependientes, ni nuestros enfermos…
ACLARACIÓN: Y vosotros os preguntaréis a qué viene dedicarle una entrada del MartuBlog a la bata , me pedís una explicación y yo, como bloguera vuestra que soy os la voy a dar, os voy a explicar el por qué. Hoy, uno que se entretiene en leer lo que digo y tirarme puyas anónimas que de tan públicas y obvias todo el mundo comprende, me ha llamado: «acérrima en bata» y además de hacerme bastante gracia me ha recordado todo esto que os acabo de contar y que me parecía que podía tener algún interés.
¿sabes lo primero que me dice mi compañera por las mañanas? Sí, ponte la bata que no te enfríes. JaJaJa. Aguda reflexión.
Muy buena entrada yo utilicé bata y por desgracia la tengo que seguir utilizando…
Porque mi situación no es para tirar cohetes parada mayor de 50 (53 en marzo) , lesbiana y con prótesis en una rodilla…un cacharrito jeje
Pero como socialista de cuna espero que esto cambie y te animo a que sigas con tus ideas porque creo en la libertad de expresión dentro del PSOE como siempre ha habido.