En el año 90 me matriculé en la Facultad Autónoma de Derecho en Madrid y me fui a vivir a Barcelona. Cosas del amor y la irreflexiva juventud, por lo que no pisé un solo día el campus. Mi santa madre me recogía apuntes de alguna amiga y me los mandaba por Seur, que entonces no había internet.
En Barcelona trabajaba yo mecanizando actas de infracciones y sanciones en la Inspección de Trabajo y me daban permiso para acudir a los exámenes a Madrid. El día antes cogía un tren, 8 horas, que tampoco entonces había AVE, dormía en casa de mi santa madre y me examinaba. Al día siguiente volvía a coger otro tren para Barcelona y hasta el siguiente examen. Os contaré que yendo estudiando al pasar el revisor me dijo: «Derecho romano, mi favorito», si, era Licenciado en Derecho y trabajaba en Renfe. Clara premonición del futuro que me esperaba, pero no hice caso de las señales.
Aún así, de las cuatro asignaturas aprobé tres, una de ellas, Derecho Romano, con notable y solo me quedó Historia del Derecho porque el profesor al verme en un examen me preguntó: “Señorita, ¿usted no viene mucho a clase? «Ni mucho ni poco, no vengo a clase porque vivo y trabajo en Barcelona», contesté yo, que ya era igual de chulángana que ahora y bastante más imprudente. “Pues así no va a aprobar usted” Y dicho y hecho, me suspendió en Junio y en Septiembre. Si hubiera tenido que pedir una beca al señor Wert, ahí se hubiera terminado mi carrera.
Al curso siguiente me matriculé en la Facultad de Derecho de Barcelona y aprovechando que había trabajado tiempo suficiente para cobrar seis meses de paro pude asistir a clase casi todo el año. Aprobé cuatro asignaturas de 2º, una de ellas con Excelente y dos con Notable, pero me quedó Derecho Civil I porque mi profesor, el afamado catedrático Hernández Moreno, el que se inventó la subrogación hipotecaria, era un tanto excéntrico, diré por ser generosa. Si hubiera tenido que pedir una beca al señor Wert, ahí se hubiera terminado mi carrera.
En tercero, volví a trabajar, por lo que acudía a clase de lunes a jueves de 20:00 a 22:00 y los viernes por la tarde. Además padecí la experimentación de partir el curso en dos mitades cuatrimestrales, aún así, aprobé todo el curso, cinco asignaturas y me quité la que arrastraba de segundo, pero seguía teniendo ahí abandonada Historia del Derecho de primero. Si hubiera tenido que pedir una beca al señor Wert, ahí se hubiera terminado mi carrera.
En cuarto, además de seguir trabajando me casé, me quedé embarazada, me fui al paro y di a luz a mi preciosa Albóndiga por lo que me costó dos años terminar cuarto y otros dos terminar quinto. Ni que decir tiene que si hubiera tenido que pedir una beca al señor Wert, ahí se hubiera terminado mi carrera.
¿Era yo una estudiante mediocre o me había confundido de carrera como ha insinuado estos días el Ministro Wert? Ni mucho menos. Era una trabajadora, una obrera, hija de una maestra divorciada, que tenía que currar para llenar su nevera, que sacaba adelante su proyecto de vida en una ciudad que no era la suya, lejos de su gente y que jamás pensó en renunciar, en tirar la toalla porque tenía un sueño, ser abogada.
Exigir a un alumno sin recursos una nota media de 6,5 cuando el aprobado está en un 5, no busca la excelencia sino expulsar a los más desfavorecidos de la Facultad. ¿Por qué un alumno con posibles puede suspender, puede repetir y puede arrastrar su estulticia durante años por la Universidad financiado con el dinero de todos y además con los caudales de sus progenitores, mientras que un alumno sin recursos ha de marcharse a casa si no aprueba todo y con una media de 6,5?
Esto no va de mérito y capacidad porque tiene mucho más mérito que alguien que trabaja a la vez que estudia saque tiempo para ambas cosas y desde luego demuestra tener una gran capacidad para conseguir lo mismo que otros dedicándole la mitad de tiempo. Si queremos premiar el mérito incentivemos más las mejores notas, demos un plus a los más brillantes pero no a costa de expulsar de la Universidad a los que no tiene recursos, pero si voluntad. Si queremos ahorrar, cobremos las tasas en función de las rentas, de esta manera, aquellos que tengan más pagarán más y aquellos que necesiten más recibirán más. A cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad. Justicia social, justicia redistributiva.
Señores del Gobierno del Partido Popular, estamos en una España donde uno de cada cuatro jóvenes ni estudia ni trabaja. Eso si que pone en riesgo el futuro de las pensiones, de la Sanidad, de la Educación y del Estado del Bienestar al completo.
Yo tampoco habría podido estudiar mi carrera porque siempre me quedaban un par de asignaturas, ya fuera por suspensos, ya fuera porque me las dejaba directamente. En 1992 empecé estudiando derecho en una universidad privada, María Cristina, porque me pillaba al lado de casa y porque tuve una beca porque mis padres no podían pagar las 200.000 pesetas que costaba entonces al mes. Aprobé tres asignaturas y, como tú, me quedó Historia del Derecho por una discusión con el Rector, que era el profesor de esa asignatura, y que me invitó a darme de baja en esa universidad. Me fui a la pública para estudiar Filología, que era lo que me gustaba. Ese primer año mis padres tuvieron que hacer muchos sacrificios porque la beca se redujo y tenía que trasladarme desde El Escorial hasta Madrid todos los días dos veces, por la mañana, volvía a comer a casa y luego a las clases de la tarde. Me coincidió el cambio de plan de estudios y tenía una media de 15 asignaturas por año. Yo trabajaba los fines de semana como Caddy en el Club de Golf de la Herrería para pagarme los gastos porque las becas sólo me cubrían la matrícula y un porcentaje de los libros, que eran muchos, pero tenía una beca. Con los criterios de Wert mis padres no hubieran podido pagarme la carrera y como no hay trabajo no habría podido currar para sufragarme mis estudios.
Este ministro busca una educación clasista como ocurría hasta que llegó la democracia.
@joseangomhern 😉
Leo con retraso, como casi siempre, este artículo y me alegro. Lo hago por que también me ha dado tiempo a leer tu mesaje de twitter en el que afirmas algo que yo comparto que prefieres y 6 en universidad pública que un 8 comprado en la privada. Ahí está la cuestión; cuando sus flamantes vástagos iban llegando de sus flamantes colegios privados a la selectividad y sacando notas de risa se dieron cuenta de que los nuestro les superaban por la mano. Entonces crearon sus propias universidades de risa con título que no quieren ni en sus empresas, (a no ser que sea la de papá). Y entonces dieron con la solución, echarnos de la universidad pública, además no para aprovecharla si no para cargársela. De verdad que veo reacciones populares como las de Brasi., (sabiendo que habrá luces y sombras) y me da envidia.