Hoy, se cumplen 75 años desde que finalizó la Guerra Civil española con el triunfo de los sublevados encabezados por el golpista Francisco Franco, que tras tres largos años se saldó con la escalofriante cifra de al menos medio millón de españoles muertos no solo en el frente, sino también en retaguardia y cerca de noventa mil víctimas del franquismo en todas sus formas desaparecidas, enterradas en las cunetas, sepultadas en fosas comunes, hurtadas a la memoria.
El último parte de guerra emitido por el ejército nacional el 1 de abril de 1939 zanjaba la contienda afirmando: “en el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Terminaba la guerra sí, pero comenzaba el horror, cuarenta largos años de dictadura franquista, de represión, de venganza, de odio, de intolerancia, de miedo y de muerte. Cuarenta años de exilio y clandestinidad, cuarenta años de rabia, de dolor y de silencio, cuarenta años.
Y un buen día del año 75 –digo buen día porque sin duda fue bueno, el mejor en décadas- el genocida se murió, tranquilo, en su cama, rodeado de los suyos y sin haber pagado por su golpe de Estado, por sus crímenes contra la República, contra la democracia y contra los españoles. Se murió dejándolo todo atado y bien atado en manos del Consejo de Regencia, con un rey educado a su sombra que nombró como Presidente del Gobierno a Arias Navarro, mano derecha de Franco y con un régimen que, contra todo pronóstico, duraría muy poco tras su muerte, gracias, entre otros a Adolfo Suárez, sucesor de Arias Navarro y arquitecto del desmantelamiento del franquismo, al que estos días rendimos homenaje.
Ayer, víspera del 75 aniversario del final de nuestra Guerra Civil, en el Funeral de Estado en honor del recientemente fallecido Adolfo Suárez, el oficiante, el Presidente saliente de la Conferencia Episcopal, arzobispo de Madrid y cardenal español, Rouco Varela, se descolgó con unas vergonzantes frases, amenazas quizás, sobre la posibilidad de una nueva guerra entre españoles, textualmente afirmó: “los hechos y actitudes que causaron la Guerra Civil la pueden volver a causar”.
Dejando a un lado el asunto de que un Estado aconfesional, que no laico, otra de las concesiones al miedo, a la derecha y a la iglesia de nuestra idealizada transición, se celebren funerales de estado católicos, independientemente de las creencias religiosas de los que yacen en sus ataúdes, algunas veces ateos, otras practicantes de otras religiones que conviven con el catolicismo en España, como son el islamismo, el judaísmo, entre otras, dejando este hecho a un lado que merece una reflexión aparte, lo de Rouco ayer fue infame.
Cuando desde la izquierda reivindicamos la necesidad de una Ley de Memoria histórica que hiciera justicia a los que durante cuarenta años permanecieron ocultos, olvidados, enterrados en las cunetas, con sus nombres asociados a delitos que no existieron, ensuciando su memoria y atormentando a sus familiares, se nos acusó de guerracivilismo.
Guerracivilismo es lo que hizo la Iglesia española con el levantamiento del General Francisco Franco, denominando su golpe como una cruzada y llevando al dictador bajo palio mientras el pueblo lloraba a sus muertos. Guerracivilismo es no permitir exhumar los cadáveres de los republicanos asesinados por los fascistas y enterrados en cunetas o fosas comunes en aras a no alterar la convivencia democrática de los españoles de bien. Guerracivilismo es decir que los familiares de las víctimas del franquismo solo se acuerdan de ellos cuando hay subvenciones de por medio. Guerracivilismo es mantener el nombre de asesinos, torturadores, criminales contra la humanidad reclamados por otros estados como tales, en los callejeros de pueblos y ciudades de España. Guerracivilismo es afirmar que con el dictador se vivían tiempos de extraordinaria placidez, anhelando el Régimen franquista como un periodo de orden y prosperidad. Guerracivilismo es lo que hizo ayer Rouco Varela.
¡En memoria de todos los que cayeron defendiendo la República, la democracia, el régimen constitucional del 31, el Estado de Derecho, la libertad, la justicia y la dignidad de todos los españoles! ¡No os olvidamos!
«Cautiivo y desarmado…» ¿Ha cambiado algo desde entonces?
EL otro día llegó a mi móvil otro de esos videos que me crea estupor. Entrevistaban en la calle a unos chavales de unos 18 años y le preguntaban que quien era Suarez, eran 3 y a cual decía una tontería mas grande. Ignorancia supina de nuestra juventud, no sabían quién era Suarez. Creo que esto es el fruto y la gracia de los sistemas educativos propiciados por PSOE y por PP, cada uno con su carga de tiempo gobernando.
Dicho lo cual , tenemos una juventud ignorante ( no toda ni mucho menos) , pero todos saben lo que es Franco, un Franquista , y un Facha, gracias a la propaganda que los partidos de izquierdas se encargan de hacer y recordar. Con la única intención de identificar al adversario político con un régimen dictatorial.
El resultado es que tenemos un grupo de gente que ante cualquier crítica hacia el PSOE o IU, te llaman Fascista, facha Franquista y otras tantas lindezas. Eso es sembrar odio e ignorancia.
Y creo que Marta, tu aquí en este blog lo siembras. Veo mucho odio y rencor en la mayoría de tus post.
Para muestra tu amo Tomas, cuando dijo aquello de “nuestros padres fueron sometidos por los vuestros “refiriéndose a la bancada del Pp de Madrid.
Odio y rencor a raudales.
Hace unos días mostraba el intermedio unas cuantas calles con nombres infames en Madrid, como la plaza Arriba España, la calle del General Yagüe, la calle del General Moscardó o la de Millán Astray… guerracivilismo es mantener esos homenajes y no permitir que se dé una calle a los abogados de Atocha o reirse de las víctimas y de las subvenciones que no cobran…
Ah, al respecto de la Iglesia, una pena que un colectivo tan heterogéneo, con tantos seguidores, tengan claros y oscuros tan profundos. El mismo cardenal Tarancón, que tuvo enfrentamientos con el franquismo, luego montó el cisco por la ley de divorcio y la separación del matrimonio civil y el católico…
Despidámonos de Rouco, si es posible.