Hace unos años, con motivo de alguna de nuestras batallas internas, no recuerdo cuál, un grupo de militantes del PSOE de distintas agrupaciones, provincias, edades y experiencias, creamos un grupo de Whatsapp para desahogarnos, compartir penas y dejar de sentirnos solos.
Hay una cosa que todos acabamos teniendo en común, el apoyo a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez, la convicción de que era mejor abstenerse y dejar gobernar al PP, que había ganado cláramente las elecciones, que ir a las terceras generales en un año, que no pronosticaban nada bueno para nuestra organización, la añoranza por el viejo PSOE, frente a este PDROE de fuego de artificio y principios acomodaticios.
Actualmente hay quien sigue en el PSOE y hasta empieza a estar contento con Sánchez, hay quien sigue en el PSOE porque son muchos años de militancia y no están dispuestos a dejarse robar el carné por estos advenedizos o porque esperan agazapados que lleguen tiempos mejores y hay quienes nos hemos ido voluntariamente o impelidos por la apertura de un expediente de expulsión.
En las últimas elecciones, unos se mantuvieron leales al PSOE, que después de décadas votando por principios y valores es difícil no hacerlo, alguno optó por Podemos, otros por Ciudadanos, todos queriendo un gobierno socialista, quizás corregido en su veleidades por uno u otro contrapeso.
Hasta la fecha hemos discrepado mucho, hemos tenido una visión distinta de las diferentes decisiones tomadas por Pedro, sobre la moción de censura, sobre la repetición de elecciones, sobre la configuración de sus gobiernos o equipos de trabajo, pero nunca habíamos salido tarifando, hasta ahora. Hasta que el virus letal del independentismo que ha roto tantas familias en Cataluña, que ha dinamitado la pacífica convivencia entre catalanes, también se ha cargado nuestro pequeño grupito resistente.
Ayer, en el calor de la discusión sobre si Pedro Sánchez debería seguir templando gaitas o pegar un puñetazo en la mesa, si la política de apaciguamiento era lo mejor, para no darle a Torra la foto de una inexistente violencia del Estado opresor, o utilizar a la población catalana secuestrada y aterrorizada por la violencia indepe era indecente e injusto, uno de los nuestros salió extemporaneamente del grupo al grito de «esto parece un chat de Vox»…
Imaginad el estupor que sentí en ese momento. Si entre los que pensamos igual en la esencia, la discrepancia en la respuesta al desafío independentista supera el afecto, complicidad y compañerismo, qué no estará pasando en Cataluña entre compañeros de trabajo, socios de un club deportivo, alumnos de una facultad, vecinos de una escalera, que nada tienen en común, salvo el estar en el mismo sitio y lugar por circunstancias de la vida.