Lo primero que he de confesar antes de escribir una sola palabra más es que yo de pequeña quería ser un chico. Concretamente quería ser portero de fútbol. Mi ídolo era Arconada y yo quería ser como él, incluido cambio de sexo.
Aclarado este tema comprenderéis que mis juguetes favoritos no eran las muñecas.
PARA JUGAR FUERA:
- la bicicleta, mi adorada Pepa, una BH azul, más bonita que un San Luis. Ojo que yo vivía en un 3º sin ascensor y la bajaba por las escaleras a pulso. Al principio daba vueltas por la colonía del Pilar junto a mi casa, después y sin que mi padre se enterase porque me hubiera deslomado a palos, me iba hasta el Retiro. Adoraba aquella bicicleta.
- El patinete, heredado de mi tío Diego, era de madera y lo más divertido es que él me remolcara con la bici y yo saliera disparada contra cualquier obstáculo. No, nunca me rompí nada 🙂
- El hullahop, el mío era rosa, única concesión a mi condición femenina y ojo que podía estar bailándolo durante horas, en la cintura en el pecho, en el cuello, a derecha a izquierda… nunca una cosa tan simple hizo tan feliz a un pequeño ser humano.
PARA JUGAR EN CASA:
- Los clics de famobil, que no eran míos sino de mi hermana pequeña pero me encantaba hacerles casas, utilizaba como planta mi carrito camarera, una mierda inmunda que por la tele parecía algo. Los muebles los hacía con el Tente y otras construcciones y así pasaba horas.
- Las barriguitas que eran también de mi hermana y aunque son más de chicas no son la Nancy fea que se le caían las piernas y era entretenido cambiarles la ropa.
- Los puzzles, me parece una de las cosas más relajantes y entretenidas que puede hacer un infante hiperactivo como yo.
- las chapas, tenía la Real Sociedad entera pintadas las camisetas, los dorsales, cargadas las chapas con cera para que pesaran más y de balón, un garbanzo, claro.
PARA JUGAR SOLO:
- La peonza y el yoyo, que iban apareciendo en momentos de nuestra infancia de manera recurrente y que entretenían un montón.
- Unas maquinitas que salieron con solo dos botones, dcha e izq y con tres posiciones del personaje. Yo tenía una verde que salía Popeye y recogía botes de espinacas. Mi primo Luisito tenía una marrón que caían paracaidistas al mar y tu los recogías con una barca. Después sacaron las de dos pantallas, mi preferida la naranja de Donkey Kong, mi primo tenía la roja que era Mikie y Donald en un incendio.
PARA JUGAR CON AMIGOS:
- El balón para jugar partidos de futbol fundamentalmente, pero también de balón prisionero. Cualquiera de sus modalidade era buena, con las pequeñas de tenis jugábamos a una especie de pelota vasca, al palo seco que era una versión infantil del beisbol sin bates… Con la de baloncesto echábamos partidillos, jugábamos a la bombilla, al 21…
- La comba, en el patio de mi cole nos juntábamos 20 o 30 chavales a jugar a la comba. Casi siempre era de las últimas en perder y me encantaba esa mezcla de habilidad y forma física.
- Los cromos, durante años hice todos los álbunes de la Liga de Futbol y jugaba con ellos para ganar más que en mi casa no había pasta para comprar sobres en los quioscos.
Sin lugar a dudas yo tuve una infancia feliz, muy feliz pese a que había muchos condicionantes para todo lo contrario.
Yo era el quinto de seis hermanos, y recuerdo sobre todo juegos en común y de mesa y multitud de libros y comics. Usábamos mucho la imaginación y, a falta de los caros juguetes de la tele, convertíamos el balcón de mi cuarto en un Globo para emular las Cinco Semanas de Julio Verne, o en un submarino y recorríamos las 20.000 leguas en viaje de ida y vuelta hasta la hora de cenar. Los mejores juguetes fueron, pues, mis propios hermanos y hermanas y, sobre todo, mucha imaginación y un enorme sentido del hunor familiar. Ah, bien entrados los ochenta tuvimos una bicicleta… para lo seis.
Comparto con el anterior comentario varias cosas: La afición por Julio Verne, la escasez de medios que hicieron de la imaginación el juguete más divertido y, sobre todo, el tener en mis hermanos la fuente de diversión. En mi caso, sólo con mi hermano, ya que la peque era algo más pequeña, pero la diferencia de edad en aquellos tiempos se nos antojaba inaceptable para según qué. Si tuviera que listar los juguetes remarcables de que dispusimos, la lista se limita al típico balón y la deseada bicicleta, todo por, supuesto a compartir. Pero quizás el artilugio que más nos entretuvo, sobre todo en los larguísimos domingos que no íbamos al campo, fue una bola del mundo que nos permitió inventarnos (a nosotros nos lo pareció, luego resulta que todo el mundo jugaba) el juego de las capitales. Bola a rodar, se para aleatoriamente y hay que adivinar la capital del país bajo el dedo. Así empezamos a familiarizarnos con nombres como: Ulan Bator, Ouagadadoudou, Tamanarivo, Kingston Town, Puerto España, etc… y a convertirnos en el par de repelentes que ganábamos durante la adolescencia todas las partidas de Trivial, a pesar de no haber tenido nunca ninguno.
Ay que recuerdos Marta, me acuerdo que los fuertes del oeste los hacíais con las cintas de cassette, y los muñecos se guardaban en los tambores de detergente.
¿Te acuerdas de cuando recién operada de apendicitis quisiste montarte en la Pepa?
De lo que más me acuerdo es de cuando tenías trenzas y nunca, nunca volvías a casa con las trenzas enteras, siempre andaban los pelos sueltos por algún lado, ah y también el dinero que me gasté en botas contigo.
Perico qué envidia me dais los que tenéis varios hermanos, tiene que ser divertido.
Amadeo, yo jugaba con mi tío Diego y la bola del mundo a viajar imaginariamente al país que quedaba debajo del dedo 🙂
Mamá, iaba a contar la anécdota de cuando quise ir al Día de la Bicicleta una semana después de operarme de apendicitis 🙂