Tal día como hoy, hace ya 80 años, el triunfo de la democracia trajo a España el Gobierno de la II República, una explosión de alegría de la gente corriente, de los más humildes, de los que menos tenían pero más estaban dispuestos a dar. Hoy, 14 de abril, hace 80 años se abrió un paréntesis de libertad, socialismo, progreso, cultura y paz como no se recuerda otro.
Pero yo no tengo ganas de hablar de la República y ni falta que hace. Todos sabéis que los socialistas, por definición, nos sentimos más cercanos a la República, democracia en estado puro, que a la Monarquía. Un régimen arcaico, basado en la injusticia máxima: por nacer en una familia eres más que el resto de tus conciudadanos; machista, solo los hijos varones heredan el reino y vitalicio, fuera del control de las urnas.
También sabéis que para Pablo Iglesias no era prioritario acabar con la monarquía e instaurar una República, sino acabar con las diferencias sociales, con la lucha de clases. Con buen criterio consideraba que daba igual si el Gobierno se estructuraba en torno a una República o a una Monarquía si persistía la miseria, la pobreza, la incultura del proletariado oprimido por una clase burguesa minoritaria.
Porque ya sabéis todo eso y porque yo sigo subida en la noria emocional de esta primavera loca, no tengo ganas de hablar de la política. Tengo ganas de hablar de amor, de alegría de vivir, de pequeños gestos que te hacen la vida soportable y de lo que pasa cuando no los tienes.
Tengo ganas de gritar que estoy enamorada pero hay días que me cuesta trabajo recordarlo. Miro al hombre que amo y por momentos le quiero tanto que me duele el corazón, en cambio hay otros momentos en que no reconozco en él a ese que tanto amé. Quiero recuperar la cordura, la placidez de los días vividos en su compañía. No quiero sobresaltos, quiero estar entre sus brazos y olvidarme del resto del mundo. Quiero sentir sus labios en cada rincón de mi cuerpo y no pensar en nada más. Necesito abandonarme al placer en torno suyo y que el gozar del cuerpo borre cualquier rastro de sufrimiento.
Madre mía cómo anda la primavera que la sangre altera, niña llama a tu mama.